Le acababa de poner su padre las gomas nuevas, eran de suero, o así las llamaban y decían en la ciudad que duraban mucho más que las gomas que en el pueblo ponían ellos, que estaban sacadas de las cámaras viejas de las ruedas de las bicicletas, motos o incluso algún coche, la madera solía ser de encina y era fácil de conseguir, puesto que mucha gente por aquel entonces se dedicaba a la corta de leña y al picón y era tan fácil conseguir una buena “horca”, solo decírselo a cualquiera que se dedicara a ello y al día siguiente la tenias en casa.
El tirachinas en el pueblo se llamaba “tirantillo”, bueno a día de hoy algún que otro niño guiado por su padre, lo sigue llamando igual, tirachinas suena como demás de fino para vivir en un pueblo.
El tirantillo se usaba solamente para hacer alguna trastada, puesto que pocas veces habían llegado a “cazar” con él, era demasiado difícil darle a ningún pájaro y quizás el único que había caído en el punto de mira del tirantillo, había sido algún gato despistado.
La verdadera pasión de los niños con tirantillos eran las bombillas del alumbrado público, antes de poner los focos que hay hoy en día, las bombillas eran más difícil de romper, después, cuando las nuevas tecnologías entraron en el pueblo y comenzaron a verse los primero focos de alumbrado público, se empezaron a ver muchas más bombillas rotas, era mucho más fácil el romperlas, puesto que tenias un punto donde fijarte, apuntabas a la carcasa del foco y era muy difícil que no hicieras blanco, luego lo de siempre, salir corriendo antes de que los vecinos de la zona afectada te delataran ante los policías y entonces se te acababa el rollo de tener tirantillos.
Hoy ese niño se aburre con su tirachinas de antaño y ahora se divierte rompiendo espejos de los coches aparcados, pintando con los botes de espray en cualquier pared o monumento público, a sabiendas de que cuesta un ojo de la cara el quitarlo, le da igual, de vez en cuando atentan contra el mobiliario urbano también, por lo visto eso es lo que les divierte ahora; si los cogen los policías y se lo dicen a los padres, esos padres en vez de seguir el ejemplo que a ellos les inculcaron sus padres, del que rompe paga, un par de “ostias” bien dadas y un mes de castigo, solo saben decir a los policías, “¿está usted seguro que ha sido mi hijo?? Pues sí señor, segurísimo, le hemos grabado con las cámaras que hay en la vía pública…. Ni aun así, ese padre se da por vencido, esa grabación se ve fatal, no está claro que ese sea mi hijo, además, a esa hora ya estaba en casa!!!!
En vez de dar la cara y apechugar con los daños causados por su hijo, prefiere gastarse el doble de pasta, contratar un buen abogado y luchar por la falsa inocencia de su hijo, este último, al ver que su padre cree firmemente en él, el siguiente fin de semana en vez de romper tres espejos, coge una navaja y se dedica a rajar ruedas de todos los coches que encuentra en su camino hasta casa, lo vuelven a coger, pero esta vez ha sido el dueño de un coche que harto de tener que arreglar todos los fines de semana algún desperfecto en su coche, ha optado por dormir en el los sábados, así que cuando oye el reventón de la rueda sale del coche, coge al muchacho y lo reduce a ostias limpias, “Lo sabía que eras tú” y luego dice tu padre que te tienen enfilado todo el pueblo, que lo único que tienes es mala fama pero que tú no eres capaz de hacer estas cosas, vamos al cuartel ahora mismo.
Al cabo de un rato se presenta el padre del muchacho en el cuartel, lo primero que hace es poner una denuncia al dueño de la rueda rajada por su hijo, por ponerle la mano encima, lo siguiente que hace es llamar a su abogado que ante el delito tan leve que hay de por medio, saca al muchacho del cuartel en menos de 5 minutos. El dueño de la rueda en un juicio rápido le sale de sentencia que tiene que pagar 250 euros más las dos ruedas nuevas, solamente por hacer lo que en realidad se merecía ese muchacho, pero la justicia esta de esa manera, asi que según se acaba el juicio el padre de la criatura se va hacia el dueño del coche y le susurra al oído, la próxima vez que le pongas la mano encima iras a la cárcel…
Ese hombre no se puede reprimir y antes de que el padre perverso se aleje de su vista le dice, “La próxima vez yo iré a la cárcel, pero tú vas a ir a poner flores los sábados al cementerio”
El muchacho que presencia la escena cerca de su padre, le dedica una sonrisa al dueño del coche, como diciéndole, prepárate pronto que tendrás noticias mías nuevamente.
Por eso yo apuesto por que los chavales de hoy en día vuelvan a coger los tirantillos, rompan dos o tres bombillas, las que sean, las paguen sus padres , los den sus dos o tres ostias correspondientes y le impongan un mes de castigo, por que será más fácil eso que no el llegar a ser el padre de un chaval vandálico y con serios problemas de integración en esta sociedad, quizás por no darle aquellas dos ostias a tiempo, si, esas que ahora nos dicen desde todos los sitios que ni se nos ocurra dar a nuestros hijos, así nos va…..
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