Mentiría si dijera que el día que me comunicaron la fecha de la ruta, una sensación de miedo y acojono se apoderó de mí. Si el año pasado dije que no me atrevía a realizarla por falta de entrenamiento, este año me empezaron a tentar los amigos de Belén mucho antes, para que no me valiera la misma excusa del año pasado. Así que cuando se organiza la cena para saber quienes vamos y quienes no, uno ya no se echa para atrás. La verdad que da gusto estar con este grupo de gente enamorada de grandes retos y por supuesto el senderismo.
Unos llevan un poco de esto, otros un poco de lo otro y ya está montada la cena. Allí a los nuevos no se si nos dan mas ánimos o si por el contrario nos quitan las ganas de hacerla, el caso es que te aconsejan que llevar, como hacerla y poco más, luego cada persona es un mundo y tiene que saber hasta el limite que puedes llevar a tu cuerpo.
Una semana de andar después de currar algo mas de la cuenta para preparar esta ruta y ya está. Sin miedo ninguno. Noches pensando en que debía de preparar y bromas por el grupo de wasap de la gente que íbamos a realizarla.
La noche antes duermo poco y el sábado por la mañana toca currar un rato, no mucho que a las cuatro de la tarde nos ponemos en marcha. Cuando te dicen que la distancia son unos 65 kilómetros mas o menos un escalofrío te recorre el cuerpo, pero a la vez me viene a la mente esa fuerza necesaria para saber que yo debo de poder con este reto sea como sea.
Una vez cargadas las neveras y mochilas de apoyo en el coche que será nuestro ángel de la guarda y que conducirá un tal Manolo (jejejeje), comenzamos a caminar justo desde el parque de Belén, donde nos ponemos en marcha 11 senderistas a los cuales se nos unirán 15 kilómetros después, otros tres compañeros más.
La verdad que hace un poco de calor para caminar, pero sabemos que esta temperatura no debe de durar mucho. Pronto nos vamos conociendo un poco mejor todos los caminantes que antes no habíamos salido juntos y vamos recortando distancia hasta la primera parada donde se unen los nuevos compañero@s.
Venimos ya con las orejas tiesas por culpa de una gran cuesta que nos ha tocado subir con bastante calor, por lo que nada mas ver el coche de apoyo, nos tiramos a el en busca de algo fresco. Unos agua, otros zumos y alguno una cerveza bien fría que nos alegra el cuerpo. La gente va comisqueando poco pero a menudo. Barritas energéticas, frutos secos, alguna fruta y chocolate. Aunque alguno mete mano ya a un primer bocata.
Un cuarto de hora después seguimos sumando kilómetros al contador y nos ponemos en marcha, vamos hablando y contando historias de aqui y de allá, con tantas horas por delante la verdad que da tiempo a tocar muchos temas de actualidad que a todos nos inquietan. Los nuevos vamos preguntando por la zona que vamos a recorrer y los veteranos bromean diciéndonos que eso no es nada para lo que nos queda, frase que el compañero Jorge y un servidor hacemos nuestra durante casi toda la ruta.
A buen ritmo seguimos caminando y de vez en cuando voy preguntando al compañero Cesar, nuevo en la ruta también, los kilómetros que va marcando su gps. No le quiero dar mucho la tabarra, pero es que uno se concentra mejor sabiendo lo que lleva andado o mejor dicho, sabiendo lo que nos queda por andar.
Un poco antes de venir la noche y con 22 kilómetros recorridos, volvemos a ver aparecer al coche de apoyo, donde ahora si metemos mano todos o casi todos a los bocatas, que regados con cerveza entran mejor.
La temperatura es espectacular para caminar y después de un trozo de caminar por el asfalto, nos volvemos a meter en caminos por donde un servidor por lo menos camina mejor.
Sobre las once de la noche llevamos unos 30 kilómetros y algunos tiran ya de manga larga ante la bajadas de temperatura. Yo estoy bien con la camiseta y prefiero seguir así.
Sobre la una de la noche fue uno de los peores ratos a la vez que divertidos, el Serpa se despistó ante la noche cerrada y por hacernos mejor la ruta donde no hubiera que saltar alambradas altas, se equivocó de zona y dimos un pequeño rodeo de unos tres kilómetros o así según los gps. Cristian, Jorge y yo, bromeábamos sobre el despiste y la verdad que lejos de agobiarnos fue un rato bueno de risas y chistes. Otros los hacía menos gracia y debatían por donde debíamos de tirar; Xandra y su padre discutían por el agua y al final todos acabamos riéndonos de la situación cuando el serpa se centró y nos volvió a llevar por el buen camino.
Para mi lo peor de la ruta son los dieciocho kilómetros que se hacen por asfalto hasta llegar a Berzocana. El cansancio va haciendo mella y si a ello se une el sueño el caminar se hace mas pesado. Siento las primeras bojas en la planta de los pies, lo cual no me asusta mucho puesto que las he tenido varias veces, lo que me acobarda es que me queda mucha carretera por andar.
El coche de apoyo aparece y uno no sabe que comer ni que beber, un plátano y una barrita que a mi no me solucionan el cansancio, pero como dicen los compañeros hay que meter algo en el cuerpo.
Sigo la estrategia del ciclista Alberto Contador para motivarme y pienso que si yo voy cansado, como irán los demás que llevo al lado.
Jorge da síntomas de no poder mas y Cristian siente dolor en los tobillos. Junto con Adora. la mas longeva del grupo (que valiente es), deciden subir los últimos kilómetros que nos quedan hasta Berzocana en el coche de apoyo. Es una buena decisión cuando vas en grupo no querer hacer mas de lo que tu cuerpo puede, puesto que pones en serios aprietos a los compañeros si algo te pasara.
Cuando llego a Berzocana llevamos cincuenta kilómetros andados y una sensación de cansancio que por momentos parece querer apoderarse de mi mente. Decido ir hasta la fuente del pueblo donde me quito las botas, calcetines y pantalones y me meto dentro del pilón, que tiene el agua entre fresca y fría. La sensación de alivio me viene pronto, pero me da pena al ver allí metidos también a mis compañeros de ruta Jorge y Cristian diciendo que no pueden seguir. Aunque parezca una tontería da mucha rabia e impotencia ver así a las personas y no poder hacer nada por ayudarles.
Un rato allí metidos los tres y Carlos " el de las Huertas", que no hay un tío mas duro que él en toda la comarca, y que si le dijesen que hay que volver andando de nuevo a Belén, estoy seguro que se apuntaba.
Fuera del pilón nos ponemos una muda limpia y caminamos hasta la plaza, donde nos esperan los demás con la mesa puesta de una terraza y la cena servida. Tengo la sensación que no voy a poder comer nada, tengo nauseas y muy poca hambre. Por momentos me viene a la cabeza la decisión de acompañar a mis compañeros y abandonar, pero recuerdo que tengo en la mochila una bebida energética, que junto a un analgésico, me tomo esperando a ver si aquello hace efecto.
Mientras, mis compañeros degustan la cena y Manolo abandona ya el coche de apoyo para comer también algo (lo que traga) y desde allí se une a la ruta. El coche le relevan los dos retirados y Adora decide continuar, a pesar de tener algún que otro dolor. Los mas jóvenes David y Sergio se los ve bien. Juan Andres tira de reflex para un gemelo acalambrado y su mujer Charo es igual de dura que Carlos Relámpago, no los duele nada. A nuestro Serpa Panchito tampoco y Merche con otro poco de reflex lo soluciona todo. Xandra y su padre siguen a vueltas con quien bebe mas agua que el otro...jejejeje
Según los veteranos vamos con una hora y pico de retraso y esa frase me cabrea un poco. Pienso que en los 20 kilómetros que quedan lo querrán recuperar y yo por entonces no estoy para andar muy deprisa.
La mezcla explosiva hace efecto y los gases retenidos salen del cuerpo y a pesar de no creer mucho en esas bebidas, es cierto que el sueño me abandona y el cansancio un poco. Pronto me pruebo un poco andando por allí para ver si puedo continuar y decido que sí. La decisión tiene que ser muy pensada puesto que es el ultimo punto donde un coche puede ir a por ti, bueno, cinco kilómetros mas arriba para ser exacto el coche desaparece. Por lo que desde allí, amaneciendo, cogemos lo necesario para terminar.
Me gusta que lo que queda sea por caminos de tierra aunque es cierto que nos quedan unas bajadas peligrosas y unas subidas un poco duras pero voy bien, mejor dicho, vamos todos bien. Sin prisas pero sin pausas apagamos linternas y recogemos todo los "achiperres" que nos han ayudado durante la noche.
Nos va quedando poco y eso se va notando en el carácter de cada uno. El final de la ruta le vamos viendo cerca y eso que paramos otro par de veces para reponer líquidos y alguna que otra dulzaina que madre e hija llevan en sus mochilas. La verdad que de hambre y sed no mueres en esta ruta con todos ellos.
Los compañeros no dejan de animarme al saber que soy el que peor rato había pasado y también porque no decirlo, al que mas kilos le sobran (cago en to). Si vuelvo lo haré mas delgado, fue la promesa que hice al grupo. Jejejeje
Cuando ves las primeras casas de Guadalupe al fondo, la sensación es indescriptible y ese momento le guardo para mi. Quedan cuatro kilómetros para los setenta pero ya se que el final le toco con los dedos, aunque con los del pie va a ser difícil, puesto que las cuestas abajo me han producido mas bojas de las que tenía en sitios que jamas antes me habían salido.
Pero me da igual, al frente Guadalupe con su belleza de monasterio esconde todos los dolores que uno pueda llevar y al llegar a la plaza no se si tengo ganas de llorar o de reírme al abrazar a los compañeros de ruta y saber que la hemos completado.
Al ver a Jorge y Cristian me alegro y a su vez me da rabia de que no hayan podido terminarla conmigo, pero no por eso los voy a quitar ningún merito. Ya están hablando de ir a terminar el trozo que no hicieron y todo el grupo ha dicho que les quiere acompañar. A mi me da igual volver, con este grupo humano voy al fin del mundo.
Una experiencia única y muy recomendable para saber el limite que tiene tu cuerpo y como puede llegar a reaccionar ante el dolor.
Una visita a la "Morena" para que los creyentes pidan sus cosas y después alguna cerveza para refrescar y celebrar lo conseguido.
Gracias de nuevo a todos los que me habéis ayudado a superar este reto, sin duda que me ha hecho conocer mi cuerpo mejor.
Al grupo de senderismo la Trocha de Belén deciros que aquí tenéis un amigo para lo que os haga falta.
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