Mientras
buscaba en el armario las sabanas y una manta, en lo más hondo de su cabeza
comenzó una voz a golpear sus recuerdos. El llanto de su madre mezclados con
los insultos de su padre, se sumaban a los gemidos que su progenitora muerta de miedo
daba mientras su padre la obligaba a mantener relaciones sexuales con él.
Curiosamente siempre pensó hasta muy mayor que ese hecho era normal y que la
mala por entonces era su madre, la cual siempre oponía resistencia. Félix
reconoció aquellos hechos muchos años después, cuando decidió irse de casa y
vivir su vida lejos del lecho que le vio nacer.
Hasta
ese mismo instante no fue consciente de que su madre era una mujer maltratada.
Fue aquella novia que tuvo durante algunos años,
quien le puso al corriente de ello. Al principio no la quiso creer y seguía
defendiendo a sangre y fuego a su padre ante los motivos y razones que aquella
chica le iba dictando y fue una tarde en la que se atrevió a volver a casa de
sus padres, para una vez sentado delante de su madre comenzó a preguntarla
todas sus dudas y miedos.
Su
madre parecía estar esperando en alerta aquel momento. Muy tranquila y sin
apenas dudar en las palabras que debía de decir, comenzó a contestar las preguntas de su hijo que
poco a poco se fue sintiendo cada vez mucho peor. No podía explicarse cómo demonios había estado tantos años ciego sin imaginar que aquellas situaciones que
su padre hacía vivir a su madre, eran objeto de maltrato.
Su
mente dejó de recibir más explicaciones de su madre y solo deseaba encontrarse
con su padre de frente y contarle todo lo que había averiguado tantos años
después. No pediría explicaciones, no le hacían falta. Ansiaba con vengar a su
madre y dar un merecido escarmiento al hombre que tantos años le había hecho
una desgraciada.
Volvió
a preguntar a su madre muy serio si los malos tratos seguían por parte de su
padre. La mujer no quiso contestar sabiendo que su respuesta afirmativa
provocaría un altercado entre su hijo y marido. Así que Félix alzando la voz
volvió a preguntar esta vez con tono más elevado a la desgraciada mujer, de
cuyos ojos comenzaban a asomar las primeras lágrimas. Aunque creía que ya no le
quedaban ninguna más que derramar de aquellos ojos golpeados tantos y tantos
años por el dolor. Asintió con la cabeza casi de mala gana para que su hijo no
cometiera ninguna locura, pero este se levantó de la silla como un resorte y se
dirigió casi corriendo a la puerta de la calle. No sabía dónde ir en su busca;
viendo la hora que era podía estar trabajando o metido en el bar de al lado, donde
tantas horas hacía al cabo de la semana. Era allí donde ingería el alcohol que
le era necesario para llegar a casa y someter a su mujer. Sereno era una bella
persona según su esposa, la cual llevaba tantos años aguantando aquello que se
le hacía normal aquel trato de su marido para con ella.
No
habían pasado ni cinco minutos cuando sonó la puerta de la calle. Era Alfonso
su marido que parecía venir otra vez harto de alcohol. Pronto notó su mujer que
aquello era cierto, puesto que el primer empujón se produjo justo al pasar al
lado de ella. Casi consigue caerla de la silla donde andaba sentada pelando
unas patatas para hacer la cena. Amparo aquella tarde miró a su marido sin el miedo
que hasta ese día le había proferido tantos años.
Él,
pronto se dio cuenta y quiso pegarla con su mano derecha, mientras se colocaba
el cigarro en la boca. Pero Amparo que no había dejado de pensar ni un solo
instante en la conversación que minutos antes había tenido con su hijo, decidió
por si misma poner fin a aquella historia, esquivando la mano de su marido agachándose
ágilmente. A continuación empuñó el cuchillo que tenía en su mano y buscó sin ningún
tipo de escrúpulos el pecho de su marido, que jamás hubiera podido imaginar que
aquella mujer que tantas veces había tratado a su antojo, podría quitarle la
vida.
La
sangre se adueñó de toda la cocina y Alfonso yacía en el suelo arrodillado
esperando a la muerte. No dijo nada en aquellos instantes y fue Amparo quien
llorando le decía que le perdonara, pero que su hijo se había enterado de todo
y había salido en su busca. No puedo permitir que sea él quien te haga esto y acabe
toda su vida entre rejas. Merece ser feliz, mucho más que yo.
Allí
sentada Amparo solo pensaba en acompañar a su marido pero no quiso darle el
gusto de verla morir delante de él. Esperó a que su marido dejara de respirar y
fue entonces cuando puso fin a su vida clavándose en su corazón el mismo
cuchillo que minutos antes había acabado con el hombre que tanto le había hecho
sufrir....
Uffff, algo más que fuerte y hasta real por el amor a un hijo, al mismo tiempo.
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