Miro el reloj y a continuación, miro hacia arriba y hacia abajo de la calle y no te veo. Que raro se me hace no verte venir con tu peculiar andar de hombre de campo. De hombre curtido en mil batallas y en mil historias. De hombre que pasó junto a su familia mil penurias para salir adelante. De hombre que sabía mas por viejo que por diablo. De hombre que lo daría todo si un necesitado se lo pidiera.
Así eras tu, un fiel servidor de nuestro párroco en tu lucha diaria por ir hasta la ermita, aprovechando el paseo para enseñar a quien allí estuviera, el espectacular museo que el pueblo de Huertas posee. Recostado al palo que nunca abandonabas, se te veía muchas veces por la carretera de los perales, la cual tanto revindicaste su arreglo. Es un peligro te comentaba yo mas de una vez. Ten cuidado que con el sol de cara no se ve y cualquier día te quitan del medio. Tu riéndote me decías que para que me creía yo que tu llevabas el palo, para parar a los coches si se pasan de la raya. me decías tu...
Te has ido tan sigilosamente, que preferiste cantar la Salve este año desde un lugar privilegiado y único. Desde allí habrás visto a mucha gente, la cual mezclaba la emoción del momento junto a tu perdida. Y es que no has querido ni avisar de que nos dejabas...
Tus preguntas acerca de mi trabajo me reconfortaban. Hay mucho? a lo que yo te contestaba que no me podía quejar. Tu rematabas la conversación diciendo !cuanto me alegro! y te encaminabas a la rutina de tu chato de vino diario, el cual sentado al lado de tu hermano Joaquin, disfrutabas como el que mas. A veces me gustaba sentarme entre vosotros para adquirir cultura. Fueron tantos años viviendo en los campos, que solo con poner el oído pegado a vosotros, me enriquecía de manera sublime.
Y acabado el chato nunca querías otro. Yo, uno y me voy a comer. Y al igual que a la una y media en punto entrabas por la puerta del Bar Vizcaíno, a las dos en punto estabas saliendo del bar. Esas manías que uno va adquiriendo con el paso de los años y que nunca abandona ya hasta el final.
Seguro que ahora estarás sentado, tomándote tu chato de vino con todos los que aquí abajo faltan. Cada vez sois mas allí arriba, una lastima y a la vez un orgullo, el haberos conocido.
Descansa en paz tío Antonio Quintín.
Fotografias: J. Fabregat
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