En una mañana relativamente tranquila, lo cual nos asustaba un poco, puesto que preveíamos que hoy fuera día de agua general, y seguramente nos tocara caminar con trajes de agua puestos. Hemos puesto rumbo a la panadería del motor, donde cada domingo que llegamos en busca del pan, nos preguntan por la ruta que realizaremos esa mañana, sin duda que son muchos los lectores y amigos del blog que desean ver y leer lo acaecido cada domingo, por lo que debemos de seguir con ello para no defraudaros y a la vez enseñar pequeños lugares de nuestra tierra la cual es desconocida para muchos de vosotros.
Al llegar a Trujillo la niebla apenas dejaba ver y nos sorprendía que fuera tan espesa. Luego hemos podido comprobar que solo estaba instalada en la ciudad. Según nos íbamos acercando hasta la linea de salida, la cual estaba instalada justo donde acabamos la tercera etapa, en el famoso puente del Conde que data de 1.460, y que se encuentra en muy buen estado de conservación.
Al bajarnos del coche nos quedábamos los tres amigos gratamente sorprendidos al comprobar la cantidad de agua que llevaba el río, nada que ver con la que corría por el mismo, hace apenas cuatro meses atrás, cuando terminábamos la tercera etapa.
Nada mas comenzar a andar nos dábamos cuenta de que la ruta iba a ser un poco mas dura, puesto que las orillas apenas se veían y en muchos sitios nos obligaría el río a subir un poco, dejando el agua a unos metros de distancia. No nos importa este hecho si es por la cantidad de agua que, de forma salvaje, traía este río.
Como las anteriores etapas cada pocos metros existen diversos molinos, eso si, todos en ruinas. Solo se mantienen las paredes de pizarra que cientos de años atrás, levantarían con gran entusiasmo los moradores de los mismos. Y nos volvemos a preguntar los tres cuantas familias vivirían de este río y sus aguas. Porque no hemos contado todos y cada uno de los molinos que existen en los kilometros que llevamos andados, pero decir que por lo menos hay cincuenta entre las dos orillas podemos quedarnos cortos incluso. Nos imaginamos aquellas orillas llenas de veredas de un molino a otro, de los pueblos a los molinos y todas ellas llenas siempre de gente. Tendría que ser muy bonito el buen rollo que existiría en este precioso lugar.
El río Garciaz nos sale a la derecha y viene con mas agua que el propio Almonte, menos mal que no hay que cruzarle pues nos hubiera costado meternos de patas o incluso mojarnos algo mas para seguir caminando.
El ruido es ensordecedor y no nos cansamos de pararnos cada poco a hacer cientos de fotos que merece la pena de hacer en dicho lugar.
Sobre las diez y media nos topamos con un pequeño puente antiguo y en peligro de derrumbe, nos entristece mucho que no se actúe en el y como homenaje decidimos comernos el muerdino sentados en lo que queda de su barandilla de piedra. Allí degustando nuestras viandas y después de llevar los pies y pantalones mojados debido a la alta yerba que existe y la inminente agua caída la noche anterior, los rayos de un triste sol nos acompañan mientras dura el popular muerdino. Sin duda que lo agradecemos y a la vez aprovechamos para ponernos en contacto con nuestro ángel de la guarda que es nuestro amigo Darta, sin el que no hubiéramos podido realizar estas rutas.
Nos comenta que anda por el puente de la carretera de Roturas y hasta allí caminamos con buen paso y esquivando en varias ocasiones grandes jarales que hacen la ruta un poco mas dura pero a la vez, muy gratificante.
El río Berzocana nos vuelve a sorprender al ver el caudal que lleva y volvemos a resoplar al ver que también nos sale por la derecha y no debemos de cruzarle.
Al llegar hasta donde esta nuestro amigo los pies notan el cansancio del terreno abrupto que llevamos andado, pero los tres sabemos que nos queda lo mejor hasta llegar al pueblo de Roturas.
Para poder seguir caminando al lado del río debemos de cambiarnos de orilla, puesto que una especie de cañón se estrecha ante nosotros y no estamos seguros al ver la cantidad de agua que lleva el río, si podremos pasar. Pero un vecino que anda por allí pescando nos enseña el camino y después de saludarle seguimos hacia adelante. Sin duda que ese espacio es el mas bonito con diferencia de toda la ruta y nos da pena dejarle atrás, pero nos queda bastante hasta llegar a la meta.
Un molino restaurado nos sale al paso y también una huerta llena de olivos, justo antes de llegar al encuentro de la garganta de Santa Lucia con el río Almonte. Ver el agua que arrastra su cauce nos ayuda a hacernos una idea de que nuestro pantano debe de estar tirando el agua por los aliviaderos.
Y cruzamos el puente sobre la garganta de Santa Lucia para llegar al vecino puente del Almonte, el cual nos enseña que desde ahí, hasta el pueblo de Roturas es imposible andar por sus orillas. Necesita una buena limpieza de arbustos innecesarios y zarzales que se han apoderado de todo el cauce. Así no nos queda mas remedio que subirnos hasta la carretera y hacer los tres últimos kilometros hasta el pueblo por la misma, con lo que cuando llegamos a la meta lo que mas nos apetece es bebernos algo frío en el primer bar que vemos en Roturas, donde charlamos amablemente con la dueña del mismo, la cual nos pregunta que de donde venimos y nos insta a seguir caminando por sus tierras, de las cuales esta verdaderamente orgullosa, como todos los vecinos del pueblo que arrimados a una pequeña barra, comparten el buen vino que por aquellas tierras se elabora...
Y nos queda la ultima etapa hasta el nacimiento de este nuestro río, el cual nos tiene enamorados. Pronto iremos a culminar la aventura que tres locos y un ángel, decidimos iniciar un domingo cualquiera del año pasado.
Nos vemos por las callejas.
La ruta
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