martes, 10 de noviembre de 2015

Capitulo 694: Una mujer en toda regla.



Se llama Encarna, aunque bien es verdad que el nombre es lo de menos. Han sido muchas las mujeres que a lo largo de la historia, se han ganado el reconocimiento de todos los que estamos a su alrededor. Bien por unas cosas u otras. La vida ha cambiado tanto para bien, que historias como la de esta mujer o parecidas a ella, parecen muy lejanas en el tiempo.

Seguramente que ellas crean que no merecen que nadie les piropee, ni les diga lo valientes que fueron, ni que su lucha constante hizo a su familia feliz. Pero a uno cuando le llegan estas historias, le tocan la fibra y la máquina de escribir se pone en marcha. No quiero callarme, ni guardarme sus vivencias para mi. En mi blog tienen preferencias esta gente, antes que cualquier tontería de las muchas que escribo y seguiré escribiendo mientras no me falten las ganas de hacerlo. Pero siempre las compartiré con todo el que las quiera leer.

Para recortar la historia no por pesada, si no porque me harían falta cientos de hojas para escribirla. Pongamos que nos situamos en una familia cualquiera de las muchas extremeñas que siempre se han buscado la vida, de una forma u otra. Ella dice que no, que no se puede igualar a cualquier familia, puesto que su padre era pudiente y tenían asistenta en casa. Incluso ella pudo estudiar todo lo que quiso, aunque no acabara ninguna carrera. Me cuenta, mientras nos tomamos un descafeinado, endulzado con sacarina, que ella tuvo suerte, mas que muchas de sus amigas de infancia que muy pronto tuvieron que ponerse a trabajar. "Yo lo tuve que hacer cuando la vida dejó de sonreírme".

Se casó con el único novio que tuvo, como era costumbre por aquellos años. Aunque me dice entre risas, que él tenia otra novia, pero que se fue a vivir a Zorita y a su amigo por entonces, no le hacia mucha gracia el tener que ir todos los días tan lejos, perdiéndose lo que sus amigos hacían en Trujillo. "Venia y me lo contaba todo a mi". "Que estaba cansado de viajar hasta Zorita" , "que la iba a dejar"..etc.
 El caso es que sin darnos cuenta no podíamos estar el uno sin el otro. Así surgió nuestro noviazgo. Y no conocí otro hombre, ni tampoco me hizo falta. A los seis años de noviazgo nos casamos. Fuimos muy felices, nos reímos muchísimo y no lo pasábamos muy bien juntos. Como todos los matrimonios tuvimos días buenos y días menos buenos, pero el amor lo podía todo y tirábamos hacia adelante. Tuvimos dos hijas y les dimos todo lo que pudimos darles. Queríamos que estudiaran y nos volcamos en sus estudios. Con el sueldo de mi marido nos llegaba lo justo para ir sobre viviendo, pero una vez que mi marido cayó enfermo, la paga que le daban no llegaba para seguir igual. Yo me opuse a que mis hijas dejaran los estudios, así que un día le comenté a mi marido que iba a buscar trabajo. A él no le hizo mucha gracia en un principio, pero al verme tan decidida no opuso resistencia a mi búsqueda.

Me dice Encarna que ella no había trabajado en la vida, (como si llevar una casa no fuera trabajar, pensaba yo) pero no por eso se amilanó; y una mañana se puso sus mejores ropas y se encaminó al parador de turismo, el cual estaba y está, cerca de su casa. Pidió entrevistarse con el director y este, creyendo que era una clienta que iba a encargar algo, la acogió encantado. Cuando este hombre recibió la noticia de que lo que buscaba aquella señora era trabajo, su cara era todo un poema, (me cuenta Encarna muerta de risa) y no fue capaz de decirme que no, cuando le expuse mi situación. Me despidió igual que me recibió, besándome la mano. Y diciéndome que intentaría hacer algo para darme trabajo. Y si lo hizo, a los pocos días me llamó. Primero para días sueltos y luego me hizo un contrato de seis meses.

El trabajo era extraordinariamente agotador. Trabajar en el lavadero de un lugar tan grande, con tanta ropa que lavar y planchar, a una no la da tiempo ni a rascarse. Llegaba a casa muerta, me tomaba una pastilla y me acostaba. Y así muchos días. Mi marido me miraba con pena al verme tan agotada, pero yo le sonreía y le decía que ya me acostumbraría al trabajo...Pero era imposible acostumbrarse a tanto trabajo. Lo único que me tenia en pie, era el recuerdo de mis hijas estudiando.

Y así fue pasando el tiempo, mis hijas sacaron sus carreras y a mi por entonces despues de muchos años, me quisieron hacer fija en mi puesto de trabajo, pero mi espalda estaba partida y después de tener que darme de baja un tiempo, no quise seguir trabajando y me vine a casa.

Pero la vida me tenia reservado un acontecimiento fatal para mi. El día que enterramos a mi madre, al llegar la noche un infarto se llevó también a mi marido. (Las lágrimas empezaron a brotar de los ojos de Encarna, bueno de Encarna y de los míos al mismo tiempo. A pesar de hacer mas de quince años el recuerdo aun le dolía.)
 Hasta hace cuatro días no he empezado a salir de casa. Como si una tuviera la culpa de aquello que pasó, me encerré en casa y fui envejeciendo a marchas forzadas. Y no es porque mis hijas no me animaban a salir veces, pero yo me negaba a hacerlo. Ahora me he echado unas amigas y salimos de vez en cuando a tomarnos algo. Esto me lo cuenta Encarna con una sonrisa en la boca, puesto que dice que se lo pasan bien y se ríen mucho.

Lo que no se perdona, según ella, es no haber llorado a su madre en su muerte. (La muerte de mi marido lo absorbió todo y me dejó tal vacío a mi alrededor, que no me dolía nada mas que eso.)

Yo la consolaba diciendo que era normal su forma de actuar, que tal palo era de los mas dolorosos que a una persona le pueden dar en la vida.
 Acabándonos de beber el descafeinado, Encarna me cuenta que su marido fumaba mucho y mira que cada vez que íbamos al medico decía que lo dejaba, incluso mas de una vez tiró el paquete en el primer contenedor de basura que nos encontramos al salir de la consulta. Pero luego pasadas unas horas, compraba otro paquete en el primer estanco que se encontraba.

Sus conversaciones giran todas alrededor de su marido, no puede olvidar tantos años a su lado, a pesar del paso del tiempo. Si viera esto, si viera lo otro y así se van pasando los días y yo que he tenido el gusto de conocer a esta gran mujer, me alegro de trabajar de albañil y emparejar con gente que me logra emocionar y que me encanta conocer.

Por eso mujeres como Encarna y muchas como ellas, siempre serán referentes nuestros en lo bueno y en lo malo y sus historias tendrán un hueco en mi blog y también en mi corazón. Con gente así da gusto levantarse e ir a trabajar, sabiendo que al otro lado de la puerta nos espera, una mujer en toda regla... una mujer de bandera, con la cual me tomaría cualquier día de la semana, un descafeinado con sacarina y charlaríamos de nuestras cosas...




















2 comentarios:

  1. Mi reconocimiento más sincero para esa persona a quién evidentemente no conozco, del mismo modo que también para tí, por el bonito capítulo que la dedicas.
    Esto no hace sino honrarte y aumentar la estima que se te tiene.

    Una vez más, ¡¡ grande, Marcos !!.

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  2. Que bonita tu historia,me ha emocionado........y por supuesto sin conocerte,ya veo en ti una sensibilidad y un corazon grande ....gracias Marco ,tus escritos me hacen creer que sigue habiendo personas humanas ,con muy buenos sentimientos.....

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