Los últimos años de su vida fueron una monotonía, de casa al hospital y del hospital a casa, no tuvo tiempo para nada, fue las manos y los pies de su marido, todos los días la misma rutina. A las ocho de la mañana venia la ambulancia a recogerles y cuando llegaban a casa eran más de las cuatro de la tarde, el día que más temprano llegaban.
Su vida no tenia motivación ninguna, menos aún los últimos meses después de ver que su marido empeoraba a pasos agigantados, hacia poco tiempo que los médicos le dijeron que ya no había solución, era tarde para un trasplante y solo le quedaba esperar a que la muerte viniera en su busca.
Desde hacía seis meses que hacían los viajes en la ambulancia con otro matrimonio, la cual era ella la que iba a diálisis. Mientras sus respectivos estaban “enchufados” a las maquinas, ellos se daban largos paseos por los alrededores de la residencia, al principio a ella le daba vergüenza el pasear con aquel desconocido, pero poco a poco fueron cogiendo confianza y ya era raro el día que no se les veía pasear juntos. Se contaban sus penas y sus pocas alegrías diariamente, otros días acababan tomando un café en cualquier bar cercano, eran muchas horas allí sin hacer nada, horas eternas totalmente perdidas y que nadie se las devolvería nunca.
Cuando el marido de ella falleció, su compañero de viaje acudió al entierro, entre lágrimas solo fue capaz de decirla que a su mujer le quedaban días también, el médico la había “sentenciado” a que no pasaría de tres meses, cuanto lo siento, fue la respuesta de ella.
La verdad que ahora que no tenía la obligación de ir a ningún sitio con su marido, ella estaba como rara, habían sido muchos años seguidos viviendo solo para él, ayer recibió una llamada de teléfono, era su compañero de ambulancia para comunicarle la muerte de su esposa, no hace falta que vengas al entierro, quédate en tu casa y descansa, que lo tienes más que merecido, fueron las palabras del compañero. Pero ella no podía hacerle caso, cogió un taxi y se presento en aquel pueblo, él le presento a sus dos hijas, estas no le hicieron mucho caso, quizás por el dolor de la muerte de su madre o quizás el que se temían que su padre y ella se traían algo entre manos, algo de ella no las gusto a aquellas dos mujeres.
Hoy vino su hijo a verla, llevaban sin verse desde el entierro de su padre, ella quería contarle que sentía algo especial por otro hombre, pero se moría de vergüenza, por más que se jurara que se lo tenía que contar, más nerviosa se ponía. Lo dejo pasar un dia tras otro, hasta que las voces se corrieron por el pueblo y llegaron a oídos de su hijo, este no se lo podía creer y fue a preguntárselo a su madre.
_¿Es verdad lo que se oye por el pueblo?
_ Depende de lo que sea, le dijo su madre.
_Dicen por ahí que usted esta liada con otro hombre, es cierto eso??
_ Bueno, quizás algo de razón tienen los que van diciendo eso.
_Pero…. Como ha sido usted capaz de no guardarle luto a padre??? No la da a usted vergüenza??
_Veras hijo, yo hice por tu padre más de lo que cualquier mujer va a hacer contigo jamás en la vida.
Mientras tú te dedicabas solo a llamar una vez a la semana, yo me iba muriendo a la vez que tu padre, todos los días en esa ambulancia, daba igual que fuera lunes que domingo, días de fiestas o puentes, había que ir si o si todos los días, mas de cinco años con esta rutina, así que no me digas que si me da vergüenza. Es más, ese hombre con el que estoy liada según tu y según el pueblo, ha hecho de mi otra mujer, me ha devuelto las ganas de vivir y ten por seguro que a tu padre no hay día que no le recuerde a pesar de que ya no esté aquí, así que sal ahora mismo de esta casa si no te gusta lo que he hecho, vete con tu mujer y disfruta de ella, no vayas a tener la desgracia de perderla y luego no poder volver a disfrutar en esta vida.
_Pero madre…
_Vete, haz el favor, cuando te metas en la cabeza que yo también tengo derecho a ser feliz, vuelves.
Cuando ha venido Javier a recogerla, le ha contado lo de su hijo, Javier no se ha sorprendido mucho la verdad, quizás porque sus dos hijas piensan lo mismo de su padre, pero los años de penurias que pasaron los dos, esos años ninguno de ellos los recuerdan y es que en esta vida hay cosas que todavía a día de hoy están mal vistas, somos egoístas a más no poder y parece que es una obligación el quedarte muerta en vida cuando pierdes a tu pareja, como si fuera alguna ley y estuviera prohibido el volver a ser feliz, aunque sea los pocos años que te queden de vida.