domingo, 6 de noviembre de 2022

Capítulo 1002: El mejor compañero de viaje.




 La monotonía llevaba instalada en su vida demasiados años, tantos que no recordaba el ultimo día que se salió de ella. Mercedes, la chica que iba a su casa a realizarla las faenas se lo propuso un día. 

-Una vecina mía regalo perritos que ha parido su perra, no son muy bonitos pero te puede hacer compañía y por lo menos ya no estrás sola todo el día y seguro que te hará salir más de casa.

_¿Un perro?, calla, calla. No tengo yo edad de cuidar de nadie, estoy para que me cuiden a mí.

-Por eso, primero le cuidarás tú a él y luego él a ti, ya verás como te alegrará los días.

Aquella conversación quedó en la cabeza de doña María, que no podía quitarse de la cabeza la imagen de un cachorro de perro dando vueltas por su casa. Incluso en la televisión parecían saber de su conversación, pues era cambiar de canal y salir perros por todas las cadenas, hasta en el parte hablaron de que empezada la temporada de caza, se multiplicaban los perros abandonados. Pobrecitos, como podrá hacer eso una persona, pensaba en voz alta, como siempre lo hacía desde que vivía sola.

La posterior cabezada en el sillón una vez terminada la comida era sagrada, luego una vez despierta quitaba la mesa tranquilamente, lavaba su plato y su vaso y los colocaba en el armario, donde había loza para dar de comer a todo el barrio. Ella solía cambiar de plato para que pareciera que comía más gente en aquella casa, aunque la realidad era bien distinta.

Dos días antes de cumplir los setenta fue cuando su asistenta se presentó en casa con aquel cachorro de galgo italiano cruzado con otra raza de pelo más largo, lo que supuso una mezcla un poco rara y poco vista por su pueblo. El animalito era de color negro aunque su padre era marrón y su madre de color blanco.

_ ¿Dónde vas con esto por favor? que yo no quiero perro en casa.

- Me le ha dado mi vecina porque es el último que le quedaba y ella se cambia de ciudad y no puede llevarse al cachorro con ella. Si no le quieres ya buscaré a quien dársele y si no, me quedo yo con él.

Doña María no quitaba ojo a la caja donde se escuchaba gemir al cachorro el cual parecía tener la misma hambre que frío.

_ Mercedes¡¡¡ este perro tiene hambre, ¿Le has dado de comer?

- Si, le he dado leche con pan migado antes de venir, lo que pasa que dice mi vecina que es un tragón y que podría estar comiendo todo el día si quisiese.

_ Pues habrá que darle algo más para que se calle, no vaya a molestar a los vecinos y tengamos que discutir a causa del perro.

- Ahora cuando termine de fregarte la casa le damos otro poco y te explico como se lo doy yo.

Mercedes estaba convencida que doña María se quedaría el perro, no había nada más que mirarla a la cara y ver su sonrisa permanente cada vez que se asomaba a mirar la caja.

_ Mercedes¡¡¡¡ yo creo que hay en la caja el perro tiene frío, ¿ Por qué no encendemos el brasero un rato y le arrimamos a la camilla? seguro que se calla.

- Haga usted lo que quiera pero tenga cuidado con la faldilla que me da mucho miedo de que salga ardiendo.

Al llegar la hora de irse, Mercedes se acercó hasta la camilla para coger la caja y llevarla consigo, pero pronto doña María se dirigió a ella diciéndola que donde iba con el perro.

_ ¿Te lo vas a llevar?

- Si usted no quiere perro aquí en casa, me lo llevo y ya veré a quien se lo doy y si no, lo llevaré a la perrera.

_ Pobrecito, con el frío que tiene da pena moverle de aquí.

- Pues le dejamos aquí hasta que encuentre a quien dárselo.



Y así empezó el idilio de Doña María con su perro, al que pronto puso nombre. Charly fue el nombre elegido puesto que hacía más de cincuenta años que doña María tuvo un perro con aquel nombre.

Los días fueron pasando y la señora María salió de su rutina a costa del perro. Darle de comer, limpiarle sus necesidades y cambiarle la cama casi a diario era suficiente para tener entretenida a María, la cual se había quitado de encima diez años mínimo.

Hubo noches en las que apena pudo dormir, cuando el perro no lo hacía ella tampoco y no tardó mucho en sacarle de su caja y ponerlo en su regazo, donde el perro se sintió siempre mucho más a gusto.


Mercedes se sentía la chica más feliz de todo el pueblo al ver la buena obra que había hecho al llevar aquel cachorro a casa de Doña María, donde siguió trabajando un par de años más, hasta que encontró un trabajo mejor remunerado.

De vez en cuando se pasaba de paseo por el barrio de Doña María para saludarla y ver si necesitaba algo, aunque ya había encontrado otra chica que le hacía el trabajo que anteriormente realizaba Mercedes.

Alguna vez tuvo que acercar al perro al veterinario para las pertinentes vacunas y todo lo que es necesario para tener un perro bien cuidado, todo ello sufragado por Doña María que incluso pagaba la gasolina a Mercedes, aunque esta jamás le cobró nada.

El perro y la mujer fueron cumpliendo años juntos, ahora si había que lavar más platos cuando tocaba fregar la loza y pasear `por el barrio varias veces al día. El perro siempre estaba pendiente de su dueña y sabía que no podía andar rápido cuando Doña María iba al otro lado de la correa.

Los baños eran semanales y el secador de pelo el utensilio que más agradecía aquel perro, aunque los primeros días le tenía pánico.

Los achaques por culpa de los años fueron llegando a Doña María y el COVID también fue un lastre del que no pudo recuperarse del todo. Charly parecía saber de la frágil salud de su dueña y ya no la hacía salir tanto de casa. Si acaso una vez por la mañana y otra por la tarde, para hacer sus necesidades y luego estar pendiente de ella dentro de casa.

Doña María se fue apagando sola, sin apenas nadie que la visitara, puesto que Mercedes cambió de ciudad y apenas la llamaba una vez a la semana para preguntar por su salud. La familia...., en fin, cosas que pasan decía siempre la Doña. Malos entendidos y pocos descendientes. Una sobrina que muy de vez en cuando se ponía en contacto para saber de ella con alguno de los vecinos de María, nunca una llamada a ella y mucho menos una visita.

Charly era el encargado de la mujer, que un día calló en su cocina al suelo y se tiró más de tres horas hasta que pudo levantarse. El perro mordía la ropa de la señora para hacer fuerza pero era inútil, por lo que se puso a ladrar como nunca antes lo había hecho, esperando que algún vecino se diera por aludido y le diera por entrar en casa. Todo fue inútil y cuando la mujer pudo levantarse, fue el perro más feliz del mundo.

María sabía que sus días en este mundo tocaban a su fin, y si aguantó más en la pelea fue gracias a Charly, el cual le esperaba un futuro incierto cuando Doña María falleciera.


Cuatro días después de su muerte un vecino la echó en falta, gracias a los ladridos y aullidos de Charly, que muerto de hambre no llegó a separarse del cuerpo de su dueña. Fue una muerte tranquila, un largo sueño del cual nunca más despertó.

Charly terminó en la perrera municipal, en la cual la pena que tenía en su cuerpo le atacó su salud. Por él se interesaron varios vecinos al saber su historia y cuando iba a ser rescatado por una familia, la sobrina de Doña María se presentó a por él.

Nadie sabe dónde ha terminado ni cómo le irá en su nueva vida. Lo que sí sabemos es que en casa de Doña María fue feliz durante once años, donde se sintió siempre útil sin saber nada de como esta sociedad es capaz de dejar morir a una señora sola en su casa y no darse cuenta de ello hasta cuatro días después.


P.D: Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia, o no.







Capítulo 1.021: Finde de las tres "S"

  Santoña, Santander, Santillana del Mar. Nos volvimos a poner en carretera cuatro meses después de haber hecho el anterior viaje a Portugal...