viernes, 29 de octubre de 2021

Capitulo 991: Fin de semana en Teruel y Albarracín.

 


Y como la distancia nos dejó de asustar hace muchos años, nos atrevemos a seguir conociendo aunque sea en fines de semana, lugares que antiguamente asustaban su lejanía tan solo con mirar los mapas.












Hoy en día puedes salir a conocer cualquier rincón de España un viernes y el domingo estar en tu cama recordando lo bien que lo has pasado. Y digo esto porque algunos todavía nos tachan de locos cuando les exponemos el siguiente viaje y las horas que tenemos por delante.



Este viaje era un poco especial puesto que volvíamos a vernos dentro del bus gente que por culpa de la pandemia, no había vuelto a viajar con nosotros y que por fin han decidido seguir haciendo vida normal, dentro de toda la prevención que debemos tener todavía con el puto virus.







Pues el viaje elegido era Albarracín, uno de los pueblos mas bonitos de España y doy fe de ello, y Teruel, ciudad que me sorprendió para bien cuando fuimos conociéndola poco a poco. 

El pueblo de Albarracín te transporta a otros tiempos tan solo cuando empiezas a caminar por sus calles. Es una verdadera pasada ir mirando cada una de sus construcciones y recrearte con el color de la piedra que por allí existe, una preciosidad sin duda alguna.

Encima tuvimos suerte de poder hacer una pequeña ruta los que quisimos por los alrededores del pueblo, por donde el otoño se dejaba ver y el pueblo nos ofrecía unas vistas espectaculares. El lugar del famoso muerdino puede ser sin duda uno de los sitios donde mas he disfrutado de nuestras viandas y de las vistas que allí teníamos delante de nuestros ojos. El tiempo también acompañó y aunque hacía fresco, andando se soportaba bien y la verdad que después de aguantar un verano tan largo en nuestra tierra, apetecía un poco pasar algo de frio.





Y después de volver a montarnos en el bus y llegar hasta Teruel, toca dejar las maletas en el hotel y salir a comer, con el regusto todavía en la cabeza de haber conocido un pueblo tan bonito aunque esté un poco lejos de nosotros.




Con la famosa frase en la cabeza de "Teruel existe", comenzamos a recorrer sus calles y la verdad es que ciudades tan limpias ves pocas en toda España. En mi lista pasa a ser la tercera de las que he conocido, detrás de Oviedo y Zaragoza no he conocido hasta la fecha ciudad alguna.

Sus gentes son abiertas y simpáticas y da gusto preguntar cualquier duda que uno tenga que te responderán con gusto. La comida buena y a buen precio y la bebida poco mas o menos que por aquí. Sus torres son bonitas y se dejan ver desde cualquier lugar de la pequeña y coqueta ciudad. 



Despertar en Teruel y asomarte a un balcón es una obra de valentía puesto que el frio te cortaba la cara a eso de las ocho de la mañana, lo bueno es que según iba avanzando el día las temperaturas iban subiendo y así, después de caminar por sus calles un buen rato decidimos bebernos un trago en una terraza que diera un poco el sol, aunque luego nosotros arrepentimos de ello, puesto que hacía calor.





Y las cuatro de la tarde dan enseguida y hay que volver a montarnos en el bus, eso sí, no sin antes haber degustado una buena comida cerquita del hotel, para no andar descalentados de aquí para allá corriendo en busca de las maletas.


Aunque nos queda un rato de viaje la vuelta se hace bien, nos queda contarnos todas las anécdotas e historias que nos han ocurrido por tierras aragonesas donde hemos podido disfrutar de nuevo, de la mano de nuestra jefa Paqui, otro viaje para enmarcar.

Siguiente parada, marzo, Sierra de Cazorla, deseando que llegue pronto y disfrutar de la compañía de amigos viajeros que no temen a los kilómetros.

Nos vemos en el bus.

Fotografías: Jose Fernando, Dartha y un servidor.









domingo, 3 de octubre de 2021

Capitulo 990: Sí, pero no.



 Luchando contra el insomnio que desde hace un tiempo me acompaña como a tanta gente, me dispongo a expresar en voz alta mis sentimientos, que en mi cabeza incluso, son contradictorios.

Fuera se escuchan las ultimas voces de los mas rezagados que buscan los coches unos y otros, caminan tambaleantes hasta sus casas para intentar dormir la juerga de la noche anterior. No hace tanto tiempo que yo era uno de esos, de los que deseaba ver la hoja del mes de octubre en el calendario y olvidarme de todo para en esos diez días, reponer fuerzas, acaparar besos y abrazos de amigos y paisanos que solo por entonces podíamos darnos. Son tan necesarias en esta vida las relaciones humanas que ha tenido que venir una pandemia para que nos diéramos cuenta de la falta que nos hace para seguir viviendo.



La verdad que el mes de octubre en Huertas de Ánimas es el culmen a todo un año de preparos. Siempre se ha presumido en el pueblo de que las fiestas, para ser mas nuestras, debe de estar la mayoría de vecinos implicados en ellas. Unos colocando hierros, otros decorando escenarios, los que cobran los bonos mes a mes para saber del dinero que disponemos y un largo etcétera que no tendría papel para escribir. A la cabeza los cuatro o cinco cabezas visibles que sobre sus espaldas se cargan de una responsabilidad que si no has mamado en Huertas, no sabrás de lo que te hablo. 

Y el año pasado fue el primero que todo se fue al traste por el famoso virus que nos metió a todos en casa, como aquella madre que ante el peligro cogía a sus crías y las ponía a buen recaudo. Tiene que ser así pensaban todos los habitantes del pueblo y poníamos los ojos ante la imposibilidad de celebrarlo en el dos mil veinte, en el siguiente año donde hasta los mas negativos decían que ya todo habría pasado.

La gente intentaba quedarse con la parte positiva de no haber tenido fiestas, eso si, siempre con la boca chica. Podías escuchar a la gente decir que habíamos ahorrado dinero, que los cuerpos estaban bien descansados sin tener que haber soportado varios días de atracones de comida y bebida que hasta el mas cuidadoso alguno de los días descuidaba.

Para el huerteño trabajador sabe que como mínimo un fin de semana hay que guardar de vacaciones para visitar el pueblo en sus fiestas y a pesar de no haber fiestas, se pudo ver varios forasteros que habían guardado esos días por el pueblo deambular por sus calles como extraños que no conocían el pueblo sin sus fiestas.

Había cambiado tanto la película que incluso muchos autóctonos para el veintiuno dejaron de subrayar octubre en sus vacaciones y cambiaron esa semana por otra del verano, no se confiaba viendo los datos y el devenir de la pandemia, que se pudieran celebrar las fiestas y por lo menos en verano las playas estarían deseando de recibir a todos los huerteños que en época normal, sacrifican la arena de la playa, por la arena de la plaza, que por segundo año consecutivo, no cubre el suelo.



Pero este virus es tan hijo puta que cuando te crees que lo tienes controlado te vuelve a sacudir y a llevarse con el a personas conocidas, familiares y amigos que no pudieron defenderse de sus garras. Y eso ha puesto en alerta a mucha gente, a las cuales ha conseguido hacer desconfiadas, poco sociables e incluso solitarias, puesto que es la manera de intentar saber si lo has pillado tú o te lo han pegado, esa puta y asquerosa duda que nos acompaña este año y medio largo, eterno diría yo.


Y después de meses en los que unas veces te permiten hacer de todo y al siguiente te lo vuelven a prohibir, se levantan todas las restricciones y nos abren las puertas por donde todos deberíamos de haber salido tapándonos los ojos, como quien sale de una cueva después de haber estado año y pico metido en ella...

No, hay gente que ante el temor prefiere quedarse en la cueva porque ahí se ve protegida, porque fuera teme que cuando mejor esté y mas cerca vea lo que fue su anterior vida, vuelvan a venir los de siempre a empujarnos de nuevo hacia la cueva.

 Desde ella, se asoman para ver que tal les va a los de fuera, con el temor en sus rostros y con la angustia que está presente a diario y le oprime su pecho, ojala y no vuelvan a venir todos hacía nosotros piensan, mientras ni siquiera se han planteado ellos, el ir saliendo poco a poco de su escondite.


Se va a tardar en recuperar la normalidad, unas lo harán antes y otros les costará un mundo hacerlo. Debemos de ser pacientes con estos últimos e intentar ayudar yendo hasta cada una de esas cuevas y tender nuestras manos para que los mas desconfiados se agarren a ellas y vuelvan a caminar a nuestro lado, pero sin prisa, cada uno tomándose el tiempo que haga falta.





Por eso veo bien por un lado, que ante el levantamiento de restricciones la gente quiera volver a recuperar el tiempo perdido. Pero por otro lado, mis pies caminan derechos a la cueva desde donde estoy mucho mas cómodo a día de hoy. Quien sabe, quizás mañana sea el día en que me agarre a una mano amiga y decida salir de ella. Mientras tanto, vamos a respetarnos los de dentro y los de fuera, que esto sirva de aprendizaje y sin atreverme a poner fecha, podamos volver a disfrutar nuestras fiestas como eran siempre, sin experimentos ni prohibiciones, donde algunos cargábamos las pilas para todo el largo año que teníamos por delante.


Un saludo a todos y feliz vida, tanto dentro como fuera de las cuevas.



















Capítulo 1.021: Finde de las tres "S"

  Santoña, Santander, Santillana del Mar. Nos volvimos a poner en carretera cuatro meses después de haber hecho el anterior viaje a Portugal...