lunes, 25 de febrero de 2019

Capitulo 936: Un pedacito del barrio.


Llegué de la escuela antes de que el reloj marcara la una, eso de tener que volver al colegio por la tarde no nos acongojaba y la media hora larga no había quien no la quitara en el camino.
Los días iban siendo mas largos y la primavera iba asomando. Mi madre era feliz en su patio con sus flores y plantas, hoy muchos años después sigue con su afición. Pipo mi perro, movía el rabo al verme llegar, sabía que con un poco de suerte le tocaba salir un rato mientras la comida terminaba de cocer en el fuego.

_Me voy un rato con los amigos a las traseras, me llevo al perro, le dije a mi madre.
_No tardes que a las dos en punto comemos, que luego da la hora rápidamente de volver al colegio.
_ Vale, hasta luego.

En las traseras estaban ya Vito, Alberto, Isidro, Jorge y Angel Luis. Ese rato siempre le aprovechábamos para planear lo que íbamos hacer por la tarde después de terminar el colegio.
Decía Isidro a los demás que las urracas ya tenían que estar poniendo y que había que ir pronto a dar una batida por la dehesilla para ver los nidos; los hermanos Muñoz seguían dando un duro o un cartucho por cada huevo que les lleváramos. Quedamos todos de acuerdo en acercarnos esa tarde, siempre y cuando doña Cati o doña Elena no nos pusieran muchas tareas, cosa mas que presumible que sucediera. Si era así habría que acelerar el paso camino de casa, sentarse rápidamente en la mesa y hacer todos los ejercicios, para que las horas que quedaban de sol nos diera tiempo de ir hasta la dehesilla.
Mi madre me decía que si no merendaba y yo que no podía perder tiempo, la decía que luego cuando terminara, me llevaba el pedazo de chusco de pan con un par de pastillas de chocolate, las cuales uno intentaba condurar hasta que quedaba poco pan, eso si tenías hambre, si no te comías el chocolate y el pan salía zumbando para la boca de alguno de nuestros perros. Aunque a Pipo el pan decía que te le comieras tú.

Las dos menos cuarto y tocaba acercarse al barrio, seguro que mi madre me mandaba a casa de Vizcaíno a llamar a mi padre, que a esas horas andaba por allí bebiéndose algún "botellin" de mirinda que Ignacio llenaba de vino. Había vino blanco, vino tinto y envuelto con una poca de casera, este ultimo era el que bebía mi padre. Encima de la botella de mirinda un vasito pequeño dado la vuelta y cuatro aceitunas en un plato pequeño de acero inoxidable. De la barra a la mesa donde le esperaban ya sentados el "Padre Pan", Manolo Pesicolo y Tío Juan Pulga, que acababa de cerrar la carpintería para ir a tomarse un "frasquete".

_"Siéntate aquí fonta", le dijo Antonio el Berza, que vamos a hablar del gobierno.
En la barra Demetrio apuraba su frasquete pues el siempre paraba a la una y a la hora que el bar se ponía mas lleno de gente, él se iba.
_Ahí os quedáis contando mentiras, así vamos a levantar el país.
_ Adiós maestro, le contesta mi padre, esta tarde me paso por la obra para marcarte las rozas.
_ No te descuides que estamos sin corte.
Manolo les cuenta una de sus muchas aventuras conduciendo alguno de los autobuses de Auto-res, de los cuales es conductor desde hace muchos años. Antonio le suelta algún taco cuando Manolo le dice que ha estado apunto de atropellar con algún vehículo viniendo de Madrid. Cago en Dios, dice tío Antonio, si cojo yo un autobús de esos no me para nadie, acostumbrado a su 4L que le tenia lleno de bollos y roces.

Tio Juan Pulga se levanta a por otro frasquete y cuando yo entro en el bar mi padre se apura a pedir otro, antes de que yo le diga que le estamos esperando para comer. Me gusta quedarme allí escuchando aquellas conversaciones, cuando Tio Juan me dice que quedan pocos meses para sacar los cabezudos a mi no me cabe la sonrisa en la cara. Que ganas, le contesto. Tío Antonio me da un trozo de melocotón que tiene encima de la mesa y que el mete dentro del vaso de vino, esas costumbres de antiguamente que ahora no vemos.
Manolo Pesicolo me arrima el plato de aceitunas y a mi me saben a gloria las cuatro que quedan. Pronto Tía Petra se asoma por la puerta de la cocina donde se pasa horas y horas para poder sacar el bar "palante". Me llama y yo voy hasta la cocina puesto que sé que alguna presa de algo que tiene en el fuego voy a probar. Que tal el colegio, me pregunta Tía Petra, a lo que yo levanto los hombros como diciendo que como siempre. Ese trozo de pan con una presa de carne encima me acaba de quitar la poca hambre que tengo, encima he visto que había lentejas para comer en casa.
Tío Ignacio me da en el hombro para que le deje paso y a la vez me dice que si quiero una poca de agua no me vaya a "añurgar". Los refrescos solo tocan los domingos y no todos.

Cuando dan las dos, la mitad del bar se levanta y se acerca a la barra a pagar los frasquetes consumidos. Algunos porfían con Ignacio por la cantidad. !Que me bebio dos!, ! que no, que son tres! Y entre risas de algunos y tacos de otros vamos saliendo de la taberna cada uno para su casa, donde les esperan sus mujeres para comer y a tío Ignacio y Tía Petra les queda menos rato para cerrar y hacer lo mismo, aunque luego a media tarde toque abrir otro vez para los frasquetes de la noche y las partidas de cartas a la subasta o la cuatrola, donde algunos se juegan las consumiciones y donde mas de dos veces hubo alguna trifulca a cuenta de las trampas que algunos aventajados solían hacer.

Camino de casa con el brazo de mi padre por encima pienso en lo que me gusta vivir en los barrios de arriba y lo bien que toda la gente se lo pasa con apenas nada.

Hoy al despedir a Ignacio he suspirado pues he visto pasar delante mía fugazmente, una cantidad de recuerdos que jamas podré olvidar mientras viva y aquí lo reflejo hoy.

Descanse en Paz Ignacio, que la tierra te se leve.







Capítulo 1.021: Finde de las tres "S"

  Santoña, Santander, Santillana del Mar. Nos volvimos a poner en carretera cuatro meses después de haber hecho el anterior viaje a Portugal...