domingo, 28 de junio de 2015

Capitulo 663: Ruta en Valdastilla.


En una jornada dominical muy calurosa, hasta el punto de la noche anterior haber podido dormir a duras penas, decidimos volver a las sendas extremeñas. En esta ocasión huyendo de las altas temperaturas, decidimos volver a nuestro querido Valle del Jerte, donde por cualquiera de sus pueblos puedes encontrar rutas de senderismo apropiadas para la ocasión, es decir, rutas cortas, con muchas sombras y si pueden terminar con algún baño en cualquiera de las piscinas naturales que existen, mejor que mejor.

Todo eso lo encontrábamos en el pueblo de Valdastilla, al cual ya habíamos ido el otoño pasado a conocer su espectacular cascada, la cual nos dejó a todos casi sin palabras para describir aquel momento. Hoy, algunos meses después, volvíamos al mismo lugar y su encanto aunque con menos agua, sigue siendo espectacular.

A las siete de la mañana quedábamos en la plaza de Huertas, donde hoy nos juntábamos seis senderistas que una vez montados en los coches, partíamos hasta la localidad Jerteña.
El viaje en algo mas de una hora nos plantábamos en el inicio de la ruta la cual es apropiada para hacerla con niños y gente que no esté acostumbrada a caminar, puesto que es corta y con pocos metros de desnivel y si a todo eso le pones el broche del baño en su piscina natural, pues estoy seguro que convencerías a cualquiera para ir.

La temperatura a esa hora de la mañana ya era alta, aunque bien es cierto que por lo menos existe una diferencia de unos cinco grados con respecto a nuestro pueblo, el cual la noche anterior no había bajado de los veintisiete grados de mínima.
Con las bromas de siempre y recuerdos de otras rutas realizadas comenzábamos a caminar, hoy con una nueva incorporación al grupo el cual esperamos que sean muchas mas las veces que nos acompañe en nuestras rutas.
Con el recuerdo presente de los que no nos han podido acompañar hoy, comentábamos la ruta del domingo anterior y sus consecuencias mínimas sufridas por parte de los dos que la hicimos. Olvidado ya aquello nos disponíamos a disfrutar de una ruta mucho mas amena y con mejor compañía.



Ir en época de cosecha cerecera al valle del Jerte es encontrar desde bien temprano a todo el pueblo trabajando. Las gentes subidos en sus escaleras se afanaban en "ordeñar" sus queridos cerezos antes de que la calor hiciese mella en esos cuerpos acostumbrados a jornadas de trabajo de muchas horas y muchos días seguidos.
Podíamos escuchar las conversaciones de los obreros, el ruido de las cajas llenas del oro rojo y algún que otro tractor donde transportar dichos frutos.


Y muy pronto la llegada a la cascada del Caozo donde a uno se le quitan todas las penas. La temperatura que allí existe no tiene nada que ver con la calor veraniega y a uno le da pena marchar de aquel paradisíaco lugar. Algún valiente aprovecha para darse un baño y los demás esperamos gustosamente a que este termine, sin meter prisa puesto que allí se espera lo que haga falta.

Las cerezas de peor calidad quedan en los arboles y alguna que otra a nuestro paso nos endulza la boca. Toca buscar sitio para el bocata y en esto estábamos cuando un abuelo y su nieto, propietarios de algún cerezal nos comentan que este año la cosecha no está siendo igual de buena que el año anterior, aunque no se pueden quejar puesto que ha ha habido años peores. Aceptando un trago de nuestra bota de vino la cual ha hecho hoy la primera ruta, nos decía que él también hacia vino para consumo propio y que en años anteriores, incluso hasta lo vendía, pero este año no le ha gustado la calidad del mismo y a preferido no vender nada. Con ganas nos hemos quedado de haberle podido comprar algo de vino.

Alguna que otra cereza para el postre y seguimos caminando. La temperatura sube a marchas forzadas y nuestro siguiente objetivo es la piscina natural del pueblo, la cual solo está poblada en ese momento por un matrimonio que también se refresca en sus aguas. Allí el paraíso tiene poco de ser envidiado. El agua estaba en su punto y a uno no le entran ganas de salirse del agua.
Después de un buen rato en aquel lugar debemos de regresar al pueblo, no es que a uno le entren ganas, pero hay que volver.


Para refrescarnos algo por dentro optamos por entrar al bar Avenida, donde ya nos conocen de rutas pasadas. Allí intercambiamos impresiones con los lugareños y la amabilidad por su parte es una de las cosas que mas nos llena de esta zona.

Visitando a trabajadoras que se afanan en calibrar las cerezas nos despedimos del lugar, deseando de volver lo antes posible y seguro que lo haremos, porque donde uno se siente querido es mas facil volver a rendir visita y el lugar lo merece en cualquier epoca del año, eso os lo puedo asegurar.

Nos vemos por las callejas.

La ruta















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