martes, 3 de septiembre de 2013

Capitulo 518: Portero de futbolin.




La semana pasada nos tocó volver a despedir de este mundo a otra gran persona, de las que van quedando pocas vivas. Este gran hombre vivía en uno de los barrios más famosos de Huertas y pertenecía sin duda, a otra de las familias más conocidas que existen en el pueblo.

Lolete que en paz esté, se dedicó casi toda su vida al pastoreo. Podías verle todos los días del año, por cualquier calleja o cordel de todo el berrocal, donde sentado en cualquier lado que te pudieras imaginar, pasaba las horas y los días esperando a que sus ovejas comieran todo lo que fueran capaz de tragar, antes de volver con ellas camino del Calvario, lugar donde tenían su dormidera.

A este hombre le recordábamos todos los amigos, además de llevar siempre más de una manga puesta, siendo igual verano que invierno, por tener en su chaqueta siempre más de tres cajas de cerillas y varios paquetes de tabaco, los cuales siendo nosotros pequeños, no le importaba compartir con todos los que allí íbamos a charlar un rato con él, cuando pasábamos a su lado. Lo único que nos decía era ¡”Que sois mu chicos pa fumar”!, pero haciendo caso omiso a su frase, le pedíamos un cigarro para todos los que íbamos. Lolete, al que no se le caía el cigarro de la boca, encendía otro al mismo tiempo con la misma cerilla que había prendido para darnos fuego a nosotros.  Sentados con él, le preguntábamos que si no tenía calor con aquella chaqueta siempre puesta, a lo que él nos contaba siempre la historia de la mili, la cual le tocó hacer en el Sahara. Allí por lo visto tuvo malas experiencias con el sol y a raíz de aquello, no volvió a enseñarle nunca más sus brazos ni sus piernas desnudas, al astro rey. Nos decía siempre que estaba más fresco que nosotros a pesar de tener tres mangas puestas y nosotros solo unas calzonas y a veces ni si quiera una simple camiseta.

Pero si por alguna cosa le recordaran siempre más personas, era por su pasión por jugar al futbolín. Todavía hoy cierro los ojos y le veo allí delante de los mangos del portero y la defensa, la cual defendía siempre como un jabato, aunque bien es verdad que el solo usaba el portero, con el que siempre tiraba a la otra portería.

En aquel bar el futbolín era una pasión y las parejas aguardaban su turno para poder jugar. Lolete, con su cigarro en la boca y el humo en los ojos, ganaba partida tras partida gracias a lo bien que dominaba aquel portero, el cual, era llamado por todos como el buen pastor, Lolete.

La vida siguió pasando y se fue portando injustamente con nuestro amigo. Primero la muerte de su madre, a la cual estaba sentimentalmente muy unido, fue un dolor muy grande que el no pudo superar. Luego la muerte de su hermano Popi, el que siempre estuvo encima de él y se preocupaba por su salud. Las depresiones hicieron acto de presencia y su salud fue mermando hasta la semana pasada, día en que por fin descansó para siempre.

Jamás podré olvidarme de un hombre tan bueno, como tampoco olvido a su hermano Popi y a su hermano Manolo “Colorao”. Gente autóctona de Huertas que dejaron una gran huella en el pueblo y que estoy seguro que siempre permanecerán en la memoria de muchos huerteños y huerteñas, porque estos buenos hombres siempre se dejaron querer por todos.

Ahora estarán los tres juntos, unos haciendo paredes de piedras allí donde estén y Lolete con sus ovejas pastando, esperando a recogerlas para ir a jugar una partida al futbolín y poder enseñar a los más jóvenes del lugar, como se juega tan solo con el portero y casi nunca perder.


Descansen en paz, siempre estaréis en mi memoria.

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