domingo, 15 de enero de 2012

Capitulo 255: Cuento al señor alcalde (el socavòn)




Es curioso el saber que todo está en los libros. Hoy leyendo un cuento a  mí pequeño me ha venido a la cabeza su similitud con una calle de Huertas, la cual por razones obvias transito con frecuencia.
El cuento se titula “La maga Colasa y el socavón” y paso a copiarle a continuación y debajo copiare el cuento al señor alcalde.

“Hacía ya algunos meses que en la calle de la maga Colasa había un socavón.

Todos los vecinos escribieron una carta al señor alcalde para que lo arreglase. Pero nadie lo arregló, y por eso se hizo grande y hondo.

Mariano, el frutero, Pasó por allí un día con su camioneta llena de fruta. Se le coló una rueda en el socavón y ….. ¡Cataplùn!! La camioneta dio un salto tan grande que la fruta salió despedida por los aires. Aquel día hubo lluvia de manzanas, peras, melocotones, plátanos, ciruelas…….

Los vecinos escribieron otra carta al alcalde. La maga Colasa fue la primera que firmó.
Doña Manolita, la anciana maestra jubilada, volvía a casa en taxi. Y el taxista, sin darse cuenta…., ¡Cataplun!!!, se tragó el socavón.

Doña Manolita iba a advertirle al taxista: ¡Cuidado con el socavón!. Pero solo tuvo tiempo de decir: “!Cuidad….!”. Por culpa del golpetazo, la dentadura postiza salió disparada de su boca y se estrelló contra el cogote del taxista.

Los vecinos, indignados, volvieron a escribir al alcalde.
Una mañana, la maga Colasa y su ayudante Agustín compraron una tarde de chocolate. Volvían a casa en su moto. Colasa delante, conduciendo. Agustín detrás, sujetando la tarta.
Colasa se volvió un instante para decirle a Agustín:
_! Estoy deseando comerme la tarta!
Y ¡Cataplun!. La rueda delantera de la moto se coló en el socavón. Colasa y Agustín rodaron por el suelo, rebozados en tarta de chocolate.

_! La paciencia de las magas tiene un límite!!! Dijo Colasa de muy mal humor.
Metió la mano en su bolsillo y sacó la varita mágica y una cáscara de plátano, también mágica.
Cada día, alas dos en punto, el alcalde pasaba por allí en un coche enorme, pero su conductor siempre esquivaba el socavón.

Cuando el coche del alcalde apareció al final de la calle, Colasa tocó el socavón con su varita mágica. Luego dejó en medio de la calle la cascara de plátano.

Como siempre, el coche del alcalde fue a esquivar el socavón, pero pisó la cascara de plátano, resbaló de forma misteriosa y …..!Cataplun!!, se coló dentro del agujero.
Entonces el socavón se hizo tan profundo que se tragó el coche entero, con conductor y alcalde incluidos.
El coche fue a parar al túnel del metro, que pasaba por allí debajo.
De repente, el alcalde y el conductor oyeron un silbido a sus espaldas…..!Piiiiiiii! un tren iba derechito hacia ellos.

_! Acelera! gritó el alcalde.

El conductor apretó el acelerador y el coche salió a toda velocidad. El tren les iba pisando los talones. ¡Menos mal que llegaron a una estación y el metro tuvo que parar!.

El alcalde salió del coche más pálido que un saco de harina.
Al conductor le temblaban las piernas.
Al día siguiente, muy temprano, llegaron a la calle de la maga Colasa varios obreros del Ayuntamiento.

Antes de las dos de la tarde el socavón estaba arreglado. Los vecinos, muy contentos, exclamaban:
¡Parece cosa de magia!
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 Hacía ya más de un año que en la calle colegio había y (hay) un socavón.
Todos los vecinos se lo dijeron al señor Alcalde y concejales varias veces. Pero ninguno lo tomó en cuenta.

Damián y Kika (los fruteros) pasaron un día por allí y al meter una rueda en el socavón, la fruta de su furgoneta salió por los aires, aquel día hubo lluvia de toda clase de fruta "(y de tacos") que ellos llevaban en su furgoneta.

Los vecinos y todos los que pasaban por allí maldecían el socavón, pero nadie lo tapaba.

Tía Antolina, habitante de la calle colegio, volvía a su casa en el coche de su hijo Martin, este, sin darse cuenta metió una rueda en el socavón y tía Antolina perdió la dentadura que salió disparada al cogote de su hijo Martin.

Otro día tío Lorenzo el zapatero volvía a casa de su hermana a hacerla una visita y traerle unos zapatos que le había arreglado, metió la rueda de su moto en el socavón y volaron por los aires, Lorenzo, los zapatos y la moto.

Los vecinos, hartos ya de aquel socavón se lo volvieron a decir al alcalde, pero este a pesar de que en su programa decía que iba a ser Pueblo y que se iba a pasear por él, seguía sin darse por aludido.

Esperemos que el cuento real acabe como el ficticio y en breve, veamos a los obreros del ayuntamiento arreglar el bache antes de las dos, y si no, tendremos que hacernos de una varita mágica y una cascara de plátano, lo mismo funciona.

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