sábado, 15 de octubre de 2016

Capitulo 771: La tercera capea.


Probablemente muchos de los que no estáis en edad de estar criando, no sabéis que una vez se escucha el cohete que da por recogido el ganado toreado por la tarde, comienza en el ruedo de la plaza la tercera capea. Los peques que deben de esperar al ruido del cohete para bajarse (no todos lo hacen), llaman a los padres para que los bajen de la grada, esto el que no sabe, que muchos de ellos tienen una especial agilidad adquirida con el breve paso de los años y se deslizan por los barrotes como verdaderos profesionales.

Es en este momento donde se reparten los puestos que hay que ocupar. Unos son los que sueltan las vacas, otros hacen de recortadores y normalmente los peques que no son del pueblo, les toca hacer de vacas o de toros. Otros se dedican a jugar con la abundante arena de la plaza y el agua del pilar, estos suelen ser "los pequeños anti taurinos"...

Una de estas capeas, sentado en una de las farolas esperando a que mi peque se cansara de jugar, puede asistir a una conversación muy emocionante entre dos niños. Uno de ellos es del pueblo y el otro había venido a pasar el fin de semana y disfrutar de las fiestas junto a sus padres. El niño local le explicaba al de fuera que debía de ser vaca y meterse dentro de los "cuasiles", para que los del pueblo torearan. El niño de fuera se negaba a aceptar el puesto que le ofrecían dentro de dicha capea y a voces decía que el era recortador. El niño nativo de Huertas le explicaba de la mejor manera posible a su amigo que el puesto de recortador se iba ganando con la cantidad de veces que uno asistía a estas capeas y que si al día siguiente volvía, seria ya otro recortador mas en la plaza, pero ese día tenia que ser vaca.

A regañadientes el niño forastero se metió dentro de los chiqueros, no sin antes decir que mas que vaca, el sería uno de los toros que ese día habían subido a la plaza....
En eso quedaron justo antes de que el encargado de abrir la puerta, diera un par de golpes en la chapa para que los recortadores estuvieran al loro para cuando saliera el toro de los cuasiles.

Yo, encima de la farola asistía entretenido a esta capea y la verdad que el tiempo se me pasó volando cuando mi peque de forma voluntaria, vino a decirme que nos íbamos para la carpa.
Cuando me disponía a bajar de mi asiento para alcanzar el ruedo, los niños que anteriormente me habían entretenido con su conversación, habían vuelto a entablar otra. Yo frené en seco mi huida y volví a prestar atención a lo que estos hablaban de nuevo.

El niño local le estaba prometiendo al visitante que al día siguiente, este seria otro de los recortadores en el ruedo. Contento con la noticia nuestro pequeño amigo alzó la voz para preguntar al niño autóctono, que a cuantas capeas debía de asistir para ser uno de los que abrían las puertas de los cuasiles. Para eso debes de quedarte las fiestas enteras, le contestaba el niño local.
Buff, le diré a mis padres, que al año que viene quiero estar en las fiestas desde el primer día hasta el ultimo, para de esta manera ser un Huerteño más. No creo que me dejen, ni quieran, y eso que los he escuchado decir que quieren arreglar la casa de los abuelos, que está muy vieja y no podemos quedarnos en ella.
Les diré que cuando rompa mi hucha, el dinero no lo querré para ningún capricho y si para arreglar mi habitación y de esta manera, poder venir toda la semana.

Con un emotivo abrazo estos dos amigos se despedían hasta el día siguiente, donde el niño de fuera sería un poco mas huerteño que el día anterior, gracias a la experiencia del primer día.
Y yo, agarrando fuerte la mano de mi pequeño, me fui caminando despacio a la vez que me vinieron a la memoria recuerdos exquisitos de cuando el niño que toreaba, repartía los puestos o abría los cuasiles, era yo...

Pequeños detalles que a uno le emocionan el doble cuando los protagonistas, son los niños.


Fotografias: Miguel Villa.
Todas las fotos de las fiestas aqui.






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