martes, 6 de junio de 2017

Capitulo 838: Retales del nuevo libro II.



Mientras buscaba en el armario las sabanas y una manta, en lo más hondo de su cabeza comenzó una voz a golpear sus recuerdos. El llanto de su madre mezclados con los insultos de su padre, se sumaban a los gemidos que su progenitora muerta de miedo daba mientras su padre la obligaba a mantener relaciones sexuales con él. Curiosamente siempre pensó hasta muy mayor que ese hecho era normal y que la mala por entonces era su madre, la cual siempre oponía resistencia. Félix reconoció aquellos hechos muchos años después, cuando decidió irse de casa y vivir su vida lejos del lecho que le vio nacer.
Hasta ese mismo instante no fue consciente de que su madre era una mujer maltratada.
 Fue aquella novia que tuvo durante algunos años, quien le puso al corriente de ello. Al principio no la quiso creer y seguía defendiendo a sangre y fuego a su padre ante los motivos y razones que aquella chica le iba dictando y fue una tarde en la que se atrevió a volver a casa de sus padres, para una vez sentado delante de su madre comenzó a preguntarla todas sus dudas y miedos.

Su madre parecía estar esperando en alerta aquel momento. Muy tranquila y sin apenas dudar en las palabras que debía de decir, comenzó a contestar las preguntas de su hijo que poco a poco se fue sintiendo cada vez mucho peor. No podía explicarse cómo demonios había estado tantos años ciego sin imaginar que aquellas situaciones que su padre hacía vivir a su madre, eran objeto de maltrato.
Su mente dejó de recibir más explicaciones de su madre y solo deseaba encontrarse con su padre de frente y contarle todo lo que había averiguado tantos años después. No pediría explicaciones, no le hacían falta. Ansiaba con vengar a su madre y dar un merecido escarmiento al hombre que tantos años le había hecho una desgraciada.

Volvió a preguntar a su madre muy serio si los malos tratos seguían por parte de su padre. La mujer no quiso contestar sabiendo que su respuesta afirmativa provocaría un altercado entre su hijo y marido. Así que Félix alzando la voz volvió a preguntar esta vez con tono más elevado a la desgraciada mujer, de cuyos ojos comenzaban a asomar las primeras lágrimas. Aunque creía que ya no le quedaban ninguna más que derramar de aquellos ojos golpeados tantos y tantos años por el dolor. Asintió con la cabeza casi de mala gana para que su hijo no cometiera ninguna locura, pero este se levantó de la silla como un resorte y se dirigió casi corriendo a la puerta de la calle. No sabía dónde ir en su busca; viendo la hora que era podía estar trabajando o metido en el bar de al lado, donde tantas horas hacía al cabo de la semana. Era allí donde ingería el alcohol que le era necesario para llegar a casa y someter a su mujer. Sereno era una bella persona según su esposa, la cual llevaba tantos años aguantando aquello que se le hacía normal aquel trato de su marido para con ella.


No habían pasado ni cinco minutos cuando sonó la puerta de la calle. Era Alfonso su marido que parecía venir otra vez harto de alcohol. Pronto notó su mujer que aquello era cierto, puesto que el primer empujón se produjo justo al pasar al lado de ella. Casi consigue caerla de la silla donde andaba sentada pelando unas patatas para hacer la cena. Amparo aquella tarde miró a su marido sin el miedo que hasta ese día le había proferido tantos años.
Él, pronto se dio cuenta y quiso pegarla con su mano derecha, mientras se colocaba el cigarro en la boca. Pero Amparo que no había dejado de pensar ni un solo instante en la conversación que minutos antes había tenido con su hijo, decidió por si misma poner fin a aquella historia, esquivando la mano de su marido agachándose ágilmente. A continuación empuñó el cuchillo que tenía en su mano y buscó sin ningún tipo de escrúpulos el pecho de su marido, que jamás hubiera podido imaginar que aquella mujer que tantas veces había tratado a su antojo, podría quitarle la vida.

La sangre se adueñó de toda la cocina y Alfonso yacía en el suelo arrodillado esperando a la muerte. No dijo nada en aquellos instantes y fue Amparo quien llorando le decía que le perdonara, pero que su hijo se había enterado de todo y había salido en su busca. No puedo permitir que sea él quien te haga esto y acabe toda su vida entre rejas. Merece ser feliz, mucho más que yo.

Allí sentada Amparo solo pensaba en acompañar a su marido pero no quiso darle el gusto de verla morir delante de él. Esperó a que su marido dejara de respirar y fue entonces cuando puso fin a su vida clavándose en su corazón el mismo cuchillo que minutos antes había acabado con el hombre que tanto le había hecho sufrir....


1 comentario:

  1. Uffff, algo más que fuerte y hasta real por el amor a un hijo, al mismo tiempo.

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