lunes, 27 de marzo de 2017

Capitulo 820: El valle en blanco.



Una de las visitas obligadas que hay que hacer en Extremadura seas de donde seas, es ir a ver a la comarca del Jerte, los cerezos en flor. Y digo que es obligada porque nunca te vienes con la sensación de haber vivido ese momento antes, incluso yendo todos los años no dejan de sorprendernos esta belleza de la naturaleza.



Por eso y a pesar de que sabíamos que nos podía acompañar la lluvia, el día de ayer quedamos a las siete de la mañana en la Plaza de Huertas, para desde allí seguir la bendita rutina de pasar por la tahona del motor, comprar el pan para el posterior y famoso muerdino.



Una vez puesto a buen recaudo, iniciamos el viaje que de momento no nos mostraba apenas ningún chubasco. Fue a la altura de la ciudad de Plasencia, donde nos empezó a caer algo de agua. No era constante por lo que pensamos que serian nubes y con un poco de suerte, nos dejarían andar sin los trajes.



Pero fue llegar a la localidad archiconocida por nosotros de Navaconcejo, donde la lluvia parecía querer quedarse con nosotros durante toda la mañana.
No importa, uno va preparado para caminar bajo cualquier clima y lo único que hay que hacer, es cambiar el chip y saber disfrutar del camino y de la lluvia.



La ruta que decidimos hacer fue una que hicimos este verano pasado, desde Navaconcejo, pasando por Cabezuela y volver a Navaconcejo, haciendo la ruta circular.
Es cierto que este verano pasado la hicimos justo al revés, por eso por cambiar un poco, decidimos cambiar el sentido.



Las rampas que existen en la ruta creo que tienen la misma pendiente por un lado u otro. Así que los cuatro senderistas que nos dimos cita, comenzamos pronto a entrar en calor. Mención especial para nuestras compañeras Mara y Pai que son unas valientes.

El agua no era fuerte y se caminaba bien, las fotografías costaba un poco mas hacerlas bien.
Pero el paisaje lo eclipsaba todo, los miles de cerezos con sus flores nos daban fuerzas para seguir caminando bajo la lluvia y cada paso que dábamos nos ofrecía el valle, una estampa nueva.


El que haya estado alguna vez a presenciar este fenómeno sabe de lo que escribo. Donde quiera que fijes tu vista, es un regalo de la madre naturaleza.

Y lo mas importante que nos quedaba hacer ademas de seguir caminando, era buscar un lugar a cubierto para el muerdino. No es fácil hacerlo, pero tuvimos la suerte de toparnos con una casa medio derruida, la cual mantenía en pie, una parte de su tejado. Lo justo para montar allí el campamento durante unos minutos, para quitarnos los trajes de agua y tranquilamente disfrutar de este momento.

Lo bonito de estas rutas pasadas por agua, es que son donde mas nos reímos. Y ayer no iba a ser menos. Pasamos un buen rato allí metidos, observando las decenas de goteras que había y rezando para que aguantara en pie el cortijo.





Daba pereza salir de nuevo a la calle pero había que hacerlo, ya nos quedaban unos cinco kilómetros escasos para llegar al coche y había que disfrutarlos. Y el agua seguía con nosotros, unos ratos mas fuerte y otros ratos podíamos cerrar los paraguas.





Y así entre cerezo y cerezo fuimos llegando de nuevo a Navaconcejo, donde antes de volver, decidimos tomarnos un refrigerio en el bar mas cercano a nuestro coche, mientras veíamos pasar a mas senderistas que bajaban de las Nogaledas, las cuales debían de ir a tope de agua.




Sin duda que pasmos una jornada dominical plena y diferente de nuestras ultimas visitas al espectacular y querido Valle del Jerte.

Nos vemos por las callejas.










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