martes, 9 de febrero de 2016

Capitulo 717: La fuerza se va junto a la belleza.



Delante de aquella pared en construcción se postulaban dos piedras bastante grandes, que bien es verdad que hace poco tiempo (no se cuanto exactamente) no me parecerían que lo fueran tanto. Estoy seguro que sin pensarlo mucho, me hubiera agachado de mala manera delante de ellas, sin flexionar bien las rodillas como dicen ahora que hay que coger las cosas que pesan, y soltando alguno de mis característicos tacos que salen solos, pero mas si cabe cuando uno coge mas peso de lo que normalmente suelo hacer, la hubiera puesto encima de la pared. Incluso estoy seguro, que algo mas alta de lo que debía de poner a estas dos de las que hablo.

Me dice mi amigo Tomas cuando voy a visitarle, que cuando coja peso que cierre la boca, apoye bien las dos plantas de los pies al suelo y luego no se resistirá ninguna piedra "pesona" de las que suelen salir cada vez que restauro alguna pared. Pero bien sabe Tomas que yo no reparo en esas cosas y que con lo bruto que soy, me lanzo hacia ellas hablándolas como si lo que fuera a coger me fueran a contestar, y cagándome en todos los Santos el primer intento lo declaran nulo. Si antes se escuchaban palabras mal sonantes en aquella obra, después del primer nulo no te quiero ni contar.

Me retiro hacia atrás un par de metros y estudio la situación y me vienen a mi mente muchos recuerdos, sobre todo, recuerdos de cuando uno trabajaba igual que un arado y nada se nos resistía por mucho que pesara. Aquellos sacos de cemento de cincuenta kilos que alguna que otra vez vacilando a los compañeros o amigos, los cogía de dos en dos y que hoy siendo de treinta y cinco, algunas veces para levantarlos del suelo, deben de ir acompañados de alguna que otra palabra mal sonante. Cuando se acordaban de un servidor para levantar peso cuando eramos mas jóvenes, en lugar de cabrearme me hacia especial ilusión que por lo menos apreciaran la fuerza que uno manejaba. Hoy el que se acuerda de mi para coger peso, ya sabe la respuesta...

Volviendo a dar los dos pasos hacia delante, los que anteriormente había dado para atrás, me topo de nuevo con las piedras que según las vuelvo a mirar, las pongo cara y parece que se están descojonando de mi poca fuerza. Ahora voy a flexionar las rodillas como dicen los de las mutuas, voy a cerrar la boca como dice Tomas y no pienso decir ni un solo taco, aunque esto ultimo se que será difícil.
Allá voy, no tengo ningún espejo delante, pero por la temperatura que me sube por la cara, me imagino que estoy igual que un tomate de rojo. Sufro, flexiono y vuelvo a flexionar y cuando veo que no soy capaz de colocarla en la pared, suelto de nuevo la piedra, a la vez que otra cagada sale de mi boca viperina acompañada de una procesión de tacos de todas las maneras y tamaños.
Segundo intento nulo y pienso que lo de flexionar las rodillas no va con mi cuerpo. Lo de los tacos.... casi lo consigo. Dos pasos de nuevo hacia atrás y vuelvo a soportar las carcajadas de las piedras, que ahora parece que han ido en busca de mas para que las risas se escuchen mas lejos.

Antes del tercer y ultimo intento que tengo pensado de ejecutar antes de que me acaben de abandonar las pocas fuerzas que me quedan a ultima hora de la tarde, pienso en mi interior, que a lo mejor bebiéndome una espumosa, me vuelven a aparecer las fuerzas. !Quieto!, alcohol en el trabajo ni se te ocurra, ¿estas loco? ¿quieres que te empapelen? Pues nada, pensándolo mejor me acerco a la tienda a por una sin plomo, aunque camino de la obra se de sobra que no me va a ayudar tanto como su prima hermana. Quito la anilla de la espumosa y me quedo mirando de nuevo la piedra, ya no escucho risas por ningún sitio y estoy deseando de escurrir la sin plomo para enfrentarme al tercer y ultimo intento que me queda, antes de que el arbitro nos mande a la ducha.
Tres pasos antes de llegar al lugar que había abandonado poco tiempo atrás, algo en mi cabeza me decía que tampoco iba a conseguir levantar la piedra. Si por lo menos el liquido que había metido en el cuerpo llevara algo de alcohol, el cuerpo se hubiera envalentonado mas, pero con lo consumido no daba mi cabeza un euro por mi.

Ahora ni flexiono , ni cierro la boca, ni me estoy callado. Blasfemo, me vuelvo a poner rojo como si fuera a "poner" y la piedra se vuelve a resistir, aunque antes de soltarla de una parte de mi cerebro me viene aire fresco y nuevo, y pienso que yo tengo mucha fuerza y que esa piedra no se ríe de mi, por lo que ayudándome de las rodillas y la barriga, (para algo viene bien) y acordándome de todo el santoral y del padre de todos, la piedra acaba encima de la pared. Y yo, mas contento que unas castañuelas y con algo mas de joroba que a las ocho de la mañana.

Pero ya solo me quedan veinticuatro años para jubilarme y dejar tranquilas las piedras. Y me voy caminando hacia mi casa pensando que en mi oficio hay que ser un sùper hombre para llegar a los sesenta y siete años trabajando y rindiendo al mismo nivel.
Pensando en ello me imagino con esa edad delante de la piedra de hoy y me descojono yo solo al imaginarme con los pantalones de pana por las rodillas y con menos dientes que una rana, siguiendo con mi liturgia de tacos y cagadas, pero con menos fuerza que un colibrí....


A lo mejor hasta me reengancho como el director del banco que se siente útil para desempeñar su trabajo. O como el guardia civil que se le hace poco los treinta años de servicios y pasa de incorporarse a la reserva. Quien sabe.

















1 comentario:

  1. ¡¡Qué grande, Marcos!!.
    Me pongo en situación y una risotada detrás de otra.
    Mientras, tú jurando en arameo, y los dos excomulgados del tirón. Kagond***, qué bueno.



















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