domingo, 16 de diciembre de 2012

Capitulo 406: Ruta Río Magasca.





Un domingo mas, bajo un manto de nubes las cuales amenazaban seriamente con descargar agua. Un grupo reducido de los que habitualmente vamos a caminar, nos juntábamos en la plaza de Huertas, fieles a nuestro lugar de salida. Es cierto que hasta última hora contemplábamos la posibilidad de anular el paseo, puesto que la amenaza de lluvia era bastante seria. Pero confiando en la suerte que nos acompaña domingo a domingo con respecto al tiempo, dejamos atrás las dudas y nos pusimos en marcha.

Seis mozos y una valiente y buena moza acompañado de tres perros que forman  ya parte del grupo y remarco que ninguno de los tres perros son cazadores, ni mucho menos. No quiero que se olvide esta parte del escrito para más adelante hablar más del asunto.

Dirigiéndonos hacia la calleja del “Torruco” o también llamada, calleja de la “Breñilla”, nos poníamos en marcha sorteando todos los regatos y charcos que debido a las ultimas lluvias, se habían vuelto a formar. Este año debido a la cantidad de agua llovida, somos verdaderos privilegiados a la hora de contemplar el paisaje que nos rodea, aunque ello nos suponga mojarnos los pies en casi todas las rutas, incluso sufrir algún percance en algún cancho que rebosa musgo por toda su estructura. Pero contando con esos peligros e intentando esquivarlos, salimos a disfrutar del campo, nuestro campo.

La ruta de hoy es fácil que tardemos en volver a disfrutarla muchos años, debido a que el nivel de agua que lleva el rio Magasca, pocos años es como el actual. Pero antes de alcanzar el rio he de decir que hemos pasado por dos de los canchos míticos del pueblo y que no son otros que el cancho del rayo, el cual como su nombre indica, le partió un rayo en un corte que parece hecho con un cuchillo jamonero, por lo limpio que es. Un poco mas adelante y en la misma calleja del Torruco, te topas con el cancho de la niña, el cual tiene una leyenda que no me se muy bien y que me gustaría conocer de primera mano. Pero que más o menos tiene algo que ver con la aparición de una niña a alguien o algo así. Durante el recorrido de esa calleja hemos esquivado numerosos regatos que iban rebosando agua y que mas adelante hemos podido comprobar como vertían su agua en el rio Magasca.

 Llegados al final de la calleja te topas con la finca de la Aldehuela. Allí hemos bebido de una fuente que me imagino que se llamará como la propia finca y que tenia un agua riquísima y sana (de momento). Es costumbre en el grupo el beber de cada una de las fuentes encontradas por nuestras rutas, de esa manera fomentamos el beber agua sana y sin cloro. Aunque siempre se suele quedar alguien sin probarla por lo que pueda pasar, si, vemos muchas películas todos los miembros del grupo.

Una vez saciada la sed, nos encaminamos hasta el cerro en donde se ubica el cortijo de la finca. Desde allí puedes apreciar una de las vistas mas impresionantes que se pueden apreciar por el contorno que nos rodea. Ver el rio Magasca con tal cantidad de agua y apreciar bastantes metros del mismo es simplemente un lujo para nuestros ojos, los cuales estaban deseosos de seguir viendo el agua pero más cerca.

Así, para llegar a la caja del rio, hemos bajado desde el cortijo de la Aldehuela hasta el mismo rio, no nos quedaba más remedio que atravesar ese tramo de finca en el cual, no hemos apreciado ninguna pieza de caza, dado que nuestros perros, los cuales nos acompañan siempre, no son cazadores ni pierden el tiempo con la misma.

Una vez llegados al rio, nos hemos hartados de hacer fotos, dado que el paisaje invitaba a ello. Las corrientes de agua eran dignas de fotografiar. El molino antiguo, la cerca donde muchos años he ido con mi familia a coger espárragos y cardillos y todo eso te hacia volver a tu niñez y me hacia recordar aquellos años con una sonrisa en mi rostro.

Pues rio arriba hemos seguido andando y haciendo fotos, cientos de fotos que han dado como resultado el quedarnos sin batería antes de tiempo. Casi siempre que el terreno es digno de fotografiar, algún percance de esos suele ocurrir. Es una ley que esta escrita en algún lugar invisible.

Antes de saltar de la finca de la Aldehuela, a la finca colindante llamada “Cañada”, hemos optado por comernos el bocata famoso que todos los domingos hacemos como una ceremonia imposible de perdonar. Allí hemos degustados las viandas correspondientes y el bochinche de vino que bebemos para no añusgarnos.

Después de recoger todo lo correspondiente a la merendola y dejando que los perros se comieran los restos, hemos optado por seguir rio arriba, siempre rio arriba, repito. Un domingo así no se merecía que tuviera el percance que hemos tenido, aunque es cierto que solo ha sido verbal.

Pero antes de esto y por primera vez en nuestras rutas, hemos presenciado como cuatro jabalíes bebían en el rio y buscaban refugio al vernos. Uno de ellos he de decir que era un buen macho, el cual en su huida, abría manada y atropellaba con la alambrada que separaba las fincas. Ha sido tan espectacular, que nos ha dado tiempo hasta de hacer fotos y de alucinar ante tal aparición.

Los jabalíes arrancaron a correr desde el rio, que era por donde nosotros íbamos andando durante toda la ruta, en ningún momento nuestros perros han llegado a ver a tales animales, ni mucho menos, levantarlos de donde estaban. Un cazador que andaba por allí con sus tres perros cazando, se ha dirigido a nosotros unos metros mas adelante con una falta de educación total, a pesar de que dicho individuo, había sido concejal de la muy noble y leal ciudad de Trujillo, además de ser profesor de la universidad. Se conoce que en ambos cargos no ha sido capaz de aprender las maneras de dirigirse a cualquier persona y así nos lo ha demostrado con sus palabras.

Este señor nos ha echado la bronca por ir andando por “su” finca, la cual paga por cazar en ella, cosa que me parece muy bien, o no, pero eso es otra cosa. Lejos de tener razón puesto que no hemos abandonado la caja del rio en ningún momento y nuestros perros no son cazadores, este señor con la escopeta cargada y en el hombro, cosa que también es de tener poca educación o mucha cobardía, o las dos cosas. Nos ha dicho que los perros debían de ir atados, todo esto sin, en primer lugar, haber dado los buenos días si quiera. Pero sabiendo quien es este individuo, no me sorprende nada. Desde la otra orilla del río se ha puesto muy flamenco ante nuestras protestas, seguramente que sin escopeta y cara a cara, no hubiera sido esta su actitud.

Estoy seguro que si por nuestra presencia, los jabalíes arrancan a correr hacia donde este individuo se encontraba y hubiera sido capaz de alcanzar a alguno de los mismos, nos hubiera adorado la píldora. Pero como los animales han tirado para otro lado, el cabreo lo ha pagado con nosotros.

Pues mire usted señor Eloy, en ningún momento hemos pretendido joderle su día de caza ni mucho menos. Nosotros nos dedicamos a disfrutar de la naturaleza y de nuestro entorno, a pesar de que sabemos el peligro que corremos con cazadores amargados, que se gastan quizás mas del dinero que poseen y que ante la falta de piezas abatidas, pagan su cabreo con sus propios perros (espero que este no sea el caso) o con los paisanos que se encuentran por el campo. Repase usted las leyes y vea que por la caja del rio podemos ir andando. Que para dirigirse a cualquier persona con un arma de fuego, es necesario descargarla y dejarla en el suelo, cosa que usted no ha hecho. Que dar los buenos días a la gente antes de entablar conversación alguna con ellas, no es obligatorio, pero en personas con tanta cultura como usted posee, si debería de serlo y por ultimo y aunque sé que a usted le joderá, me alegro muchísimo de haber presenciado la carrera de los cuatro jabalíes y sobre todo me alegro de que nadie les haya disparado.

Una vez dejado atrás a dicho individuo, hemos proseguido nuestro camino sin dejar de acordarnos del percance. Es la primera vez que nos pasa con nadie y mira que llevamos kilómetros andados y cazadores encontrados por montones de fincas, alguna vez tenia que ser la primera.

Por las callejas de las Huertas de la Magdalena, hemos alcanzado nuestro pueblo. Con unos veinte kilómetros en los pies y con la sensación extraña de no haber disfrutado lo suficiente de dicho paisaje, por culpa de señores que siguen viviendo de cerca la película de Los Santos Inocentes, quizás sin acordarse del final de dicha película el cual, sigo disfrutando cada vez que le veo.

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