miércoles, 26 de octubre de 2011

Capitulo 228: !!Que vienen los piconeros!!!





Eso es lo que antiguamente podían decirnos de niños para asustarnos y más de una vez nos dijeron. Hoy en día poca gente usa el brasero de picón, bien por falta de espacio para tener lo sacos de picón, bien por comodidad o que se yo, el caso que hoy en día yo tengo la suerte de que mi madre todavía echa brasero de picón y cuando voy a su casa lo que tardo en sentarme a la camilla, lo primero que hago es “echar una firma”, que significa removerle para que caliente mas, unos lo mueven con la “badila” y otros como yo, con la misma alambrera.

Por muchos inventos que aparezcan, ninguno llegara al brasero de picón, si tienes frio mueves, si estas a gusto, lo dejas como esta y punto. Por la mañana temprano lo primero que se hace es echar el brasero, apartas algo de cenizas del día antes y lo echas encima del picón recién echado del saco y normalmente con eso basta para que prenda él solo, si ves que no, pues le das un poco de aire con un periódico, revista o tal. Está claro que aparte de mas incomodo, también es más sucio, salen más “telarañas” y tienes que pintar el salón más a menudo, pero la verdad que merece la pena, estos de luz, o te abrasan o te arrices, no sabes en que fuego ponerle y encima cuando viene la factura de la luz, te acuerdas hasta de la marca del brasero, porque hay que ver la luz que consumen para lo poco que calientan.

Aun recuerdo golpear la puerta de casa de mi madre y salir yo a ver quién era, cuando abría el postigo de la puerta y me encontraba de frente con aquel hombre, más negro que un habitante de Senegal, no puedo negar que un escalofrío me recorría el cuerpo, mas de una vez me dieron ganas de salir corriendo y dejarle allí con la palabra en la boca a aquel buen hombre.

_Dile a tu madre que cuantos sacos va a querer, me decía el piconero.

Yo entraba en busca de mi madre, con la “rejilona” todavía en las piernas para decirla que era el hombre del picón, ella me decía dile que cuatro o si van a tardar en volver, que te dejen cinco, ahh y luego das la vuelta y les abres la puerta de la cochera para que lo dejen allí abajo.

Joder, encima que estaba cagado de miedo, me hace ir allí abajo a verles más de cerca todavía. 

_Dice mi madre que si van a tardar en volver, que le deje cinco sacos, le decía yo al hombre.

_Vale, está abierto allí abajo?? Me preguntaba siempre.

_No, ahora le abro yo, vaya usted moviendo el camión.

_Venga, ahora mismo descargamos los sacos.

Yo salía corriendo y abría la puerta antes de que ellos llegaran, luego me escondía detrás de una pared para que ellos no me vieran y desde allí los veía descargar los sacos. Ahora me parecía que estaban más negros aún, los recuerdo con unas chambras de estas antiguas y en el hombro se ponían como una almohadilla para coger mejor los sacos, antes de que metieran el ultimo saco, yo iba a decir a mi madre que ya estaban acabando para que viniera ella a pagarles y así evitaba yo el tener que volver a pasar mal rato.

Cuando iba mi madre a pagarles, yo iba detrás de ella como un perrito faldero, por si las moscas pensaba yo. Después de abonarles los sacos ellos se despedían diciendo, bueno, hasta pronto chaval!!! Y al poner una sonrisa en aquellas bocas, dejaban ver los dientes blancos, que aunque no lo estuvieran tanto, al contrastarlos con lo negro que ellos estaban, me parecían que podían hacer perfectamente un anuncio de pasta de dientes.

Es curiosa la vida, después de bastantes años de aquello, muchos días emparejo con uno de aquellos piconeros residentes en Belén y que todavía sus descendientes se dedican al picón, le sigo recordando negro a más no poder y con aquella chambra puesta, aunque no vendan seguramente lo que vendían por aquellos años, ellos siguen ganándose la vida con uno de los oficios más antiguos y calamitosos y que seguramente peor pagado está, para todo el trabajo que tiene y que seguro que con el paso de los años, se perderá en el olvido como tantos otros se han perdido ya, o están a punto de ello.

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