lunes, 10 de julio de 2017

Capitulo 846: Los niños de la jornada completa.



Con sus mochilas a hombros quien las tenía
salían de sus casas casi de amanecía.
Otros con los libros debajo del brazo
intentaban llegar al colegio con pocas ganas y poco garbo.

Con la rutina de llamar el que vivía mas lejos a los demás
comenzaba de nuevo una jornada laboral.
Planeando las trastadas que se harían ese día
iban caminando sin pensar en realidad a donde iban.

Ni se acordaban de la asignatura que ese día darían
solo recordaban que a las once al recreo salían.
Entre el credo y las fracciones, los años fueron pasando
también algún mamporro y algún capón se iban llevando.

Eran mas de treinta en cada clase y ducharse todos los días
en ninguna casa a diario ocurría.
Por eso se podrían haber realizado campeonatos de pies mas olorosos
todos sabían de sobra quien hubiera ganado, sin despeinarse si quiera un poco.

Aunque existían siempre rencillas entre unos y otros
el rencor jamás fue el aliado de estos mozos.
Unas veces cobrabas y otras repartías
sin meterte con el mas grande las cosas mejor te iban.

Después del recreo la jornada estaba chupada
pues a las doce y media sonaba la campana.
Sin hacer falta recoger nada, salíamos zumbando
cada uno hacía su casa.

A las tres y medía volvíamos a entrar
y en época veraniega la siesta la llevábamos fatal.
Mas de dos y mas de tres alguna vez se dormían,
si el maestro era Don Fernando les hacía compañía.

Las matemáticas por la tarde eran insoportables
Pero Doña Cati nos las metía a base de capones.
Aunque lo suyo a decir verdad era recolgarse de las orejas
Y sacudir con la mano libre fuerte y de verdad.

Doña Elena era igual de mañana o de tarde
y siempre se quejaba que la colonia nadie la usaba
todos nos preguntábamos para qué,
si con la que ella se echaba olían todas las aulas.

Don Luis era el más fino de todos y en sus clases poníamos atención
que aunque no solía pegar lo arreglaba todo con su potente voz.
Como te dirigiera una de ellas podías prepararte
porque lo siguiente que tocaba era algún que otro cate.

Y así fue como pasamos nuestra niñez
con turnos de mañana y tarde
para que nadie engordara ni sufriera obesidad
y los zapatos se gastaran aunque no tuvieras mas.

Si hubiéramos pillado los adelantos de hoy en día
seríamos iguales que ellos
y los que mas contentos se hubieran puesto
hubieran sido los dueños de los huertos.

No les hubieran faltado en sus arboles
los membrillos, las granadas ni las peras
y las lechugas y cebollas
hubieran crecido por encima de las tomateras.

Aunque casi nunca escribo en verso
hoy quiero demostrar a aquellos nuestros maestros
que a pesar de prestarles poca atención
no hemos salido tan ceporros como nunca fue su intención.

Gracias a todos ellos por enseñarnos a respetar a nuestros mayores
porque viendo a los niños de ahora la educación les hace mas falta
que todas las tabletas, móviles y ordenadores
que tienen por cientos en todas las casas.










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