martes, 6 de diciembre de 2016

Capitulo 786: El abuelo cubano.


Y un montón de años después, se dispuso a volver a casa por Navidad. En su pueblo natal todavía le quedaba familia, aunque cada vez mas lejana. Fue su hermana quien se puso en contacto con él, para comunicarle que le quedaba poco de vida. Un maldito cancer se había presentado y por lo visto, según los medicos, venia a por ella sin ningún tipo de cura ni escrúpulos.

El viaje se le hizo eterno; a punto de agarrar los setenta y cinco años, los huesos no están para estos trotes, pero algo en su interior le decía que debía de ir a despedirse de su hermana como ella merecía.
Sentado en aquel asiento incomodo de avión, le dio tiempo a hacer un repaso de los años vividos fuera de su tierra y se dio cuenta de cuantas cosas se había perdido. El nacimiento de sus sobrinos, verles crecer y enseñarles todo lo que a él, sus padres enseñaron. La muerte de sus padres, le fue imposible venir a despedirles como le hubiera gustado.
Llegó a la conclusión que por culpa de la política, su vida fue otra. Jamás  podría imaginar que por pensar de manera distinta a los que mandaban, debería de emigrar dejando todo atrás.

Se le venían a la cabeza los primeros meses en la isla. No hubo noche que no se acostara llorando y con muy pocas ganas de seguir viviendo. Pero se prometió así mismo, que seria fuerte y que volvería, aunque solo fuera para morir en su tierra, en su casa.

Deseaba fervientemente encontrarse de nuevo con los que fueron sus amigos cuando apenas tenia los doce años. Recordaba casi a todos, aunque pensaba que a lo mejor pocos quedarían por el pueblo. Debía de ir a tomar algún "frasquete" a cualquiera de las decenas de tabernas que existían en su pueblo, aunque a lo mejor pocas quedaban abiertas. Esto de no llegar a tiempo al mundo de las nuevas tecnologías, le privó de estar mas al tanto de todo lo que ocurría en su pueblo. Una carta cada tres meses de su hermana donde le iba contando los últimos acontecimientos. Aunque la mayoría de las veces eran noticias malas, fallecimientos de sus conocidos y poco mas. A él le daba tanta pereza escribir, que se juntaban muchas veces tres cartas de su hermana, sin ninguna por parte suya que fuera de vuelta.

Lo primero que pienso hacer, es arreglar la casa de mis padres; poco a poco sin prisas pero sin pausa, que a uno ya no le queda mucho por vivir.
Otro día tengo que ir a coger unos lagartos, echo tanto de menos su sabor, que ya ni me acuerdo. Otro día iré a ranas, tiene que haber algún carburo por casa, de cuando mi padre me llevaba con él. El charco del rio Almonte debe de estar en esta fecha lleno de barbos y carpas, cogeremos los hilos y saldremos a ellos.
No me pienso quedar sin probar unos cuantos de gurriatos fritos, seguro que en alguna de las tabernas del pueblo siguen haciéndolos deliciosos.

Me apuntaré a alguno de los campeonatos que seguirá habiendo de tiro de la rana, yo era buenísimo jugando a ella. Pocos eran capaz de meter las mismas que yo metía. Ahora de lo que tengo ganas de verdad, es de volver a escuchar cantar flamenco a alguno de los amigos que yo tenia en el pueblo. Aunque sus voces no serán las mismas, seguro que el arte no le han perdido...


En el aeropuerto le ha recogido su sobrino, ya queda poco para llegar a mi pueblo, pensaba mientras con la mente viajaba años atrás en el tiempo. Ahora el miedo se apoderaba de él por momentos. ¿Y si no queda nadie que me reconozca? ¿Y si todos han muerto? ¿Y si sigue habiendo bandos politicos en el pueblo?
Sus piernas comenzaron a temblar al ver el cartel que anunciaba el nombre de su pueblo. Todo le era tan extraño que no recordaba nada. La dehesilla donde tantas veces pastó con las ovejas de su padre no existía. Un montón de naves se había apoderado de ella. Preguntó al sobrino si allí era donde trabajaba todo el pueblo, dada la cantidad de negocios que parecía haber. El sobrino riéndose le contestó que no había nada mas que una fabrica en toda la ciudad, que tuviera mas de cincuenta personas, casi todo lo que veían sus ojos estaba cerrado o ni siquiera habían llegado abrir.

La plaza del pueblo estaba tan cambiada que creyó haberse confundido de lugar. ¿De verdad estoy en Trujillo? preguntó aquel hombre alto, delgado y moreno, que un día fue invitado a abandonar su ciudad y su país, por culpa de la política.

Tío, le voy a decir una cosa, le dijo su sobrino al bajar del coche: De lo que usted dejó atrás no queda casi nada. No se lo tome muy a pecho porque entonces deseará volver a su preciosa isla, donde según se escribe por estos lares, viven en una dictadura total, donde no les dejan vivir sin exigirles nada....

El abuelo cubano lleva un mes entre nosotros y no hay noche que no se acueste con lagrimas en los ojos. Jamás pensé que podría echar de menos la isla de Cuba y a sus gentes.

España querida, que te han hecho que no te reconozco...

Fotografías sacadas de la pagina oficial de Huertas de Ánimas.
Pagina.















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