lunes, 14 de noviembre de 2016

Capitulo 780: Ruta en Casas de Miravete.


Una de las cosas que mas le puede alegrar a un buen senderista es que de vez en cuando alguna de las rutas realizadas le lleguen a sorprender. Esto mismo nos pasó en el día de ayer a los cuatro amigos que nos despegamos pronto de la cama un domingo, para volver a vivir una nueva aventura.




A las siete y media nos dábamos cita en la plaza de Huertas, para desde allí, encaminarnos a la panadería del motor y comprar el pan para el posterior ritual y famoso muerdino.




Nos sorprendía al ponernos en carretera una espesa niebla que nos hizo temer que dada la altitud del lugar elegido para realizar la ruta, dicho fenómeno meteorológico nos impediría ver el espectacular paisaje que el pueblo de Casas de Miravete esconde. Tuvimos suerte y una vez pasado los ríos, la niebla fue desapareciendo y convirtiéndose en neblina.




El destino caprichoso quiso que fuéramos a aparcar el coche justo en la puerta del señor alcalde del pueblo, que por si no lo sabéis es nacido en Huertas. Así que tuvimos la suerte de que nos explicara un poco por encima la ruta que queríamos realizar, aunque una vez puestos en marcha, hicimos una mezcla de todas y cada una de las rutas que existen en este precioso y limpio pueblo.
Su plaza es coqueta y está presidida por la iglesia de la Asunción, donde su torre destaca por encima de todas las casas del pueblo. La cruzamos lentamente observando la cantidad de casa nuevas que se ven por todas las calles. Parece ser que el pueblo tiene vida aunque sea los fines de semana y vacaciones.




Nos encaminamos a seguir las señales de la ruta naranja la cual nos llevaría al mirador de las antenas, como lo llama la gente vulgarmente, pero sabiendo que esa ruta era demasiado corta, optamos por seguir la ruta marcada en color azul, la cual también mezclamos un tramo con la famosa ruta de los Ingleses, la cual volveremos pronto para realizarla entera, dado que el tramo que anduvimos ayer nos enamoró a los cuatro senderistas que a eso de las diez y poco de la mañana, estábamos buscando un sitio cómodo para meternos entre pecho y espalda, el famoso muerdino, que no sé si fue por el lugar escogido o que, ayer nos supo a los cuatro a gloria.




Una vez levantado el campamento anduvimos guiándonos por nuestro instinto, dado que las señales de la ruta azul no eran demasiadas ni las que había se divisaban bien, pero fuimos capaces después de andar un par de kilómetros mas, de volver a la senda marcada y nos encontramos con un tramo precioso con barandillas de madera, las cuales tapaban las hojas de los numerosos arboles que allí había y que parece ser que quieren ya desprenderse de sus hojas.



Desde allí nos volvimos a despistar y acabamos justo en un tramo donde se habían apropiado de una calleja, como nos pasa en casi todos los pueblos que visitamos, siempre hay el típico listo que se adueña ante la pasividad de las autoridades, de lo que no es suyo.
Después de saltar un par de alambradas y otras tantas de paredes, volvimos a dar con la carretera antigua nacional quinta y desde allí supimos volver al cordel que nos devolvía hasta el pueblo.




Las vistas fueron espectaculares y el entorno precioso. No entiendo lo poco anunciado que está este pueblo en el mundo senderista, puesto que antes de haber ido en el día de ayer, nunca me dijo nadie que existían estas preciosas rutas en este pueblo.




Sin duda que repetiremos lugar y cambiaremos de ruta o no, quien sabe. El caso es vivir cada domingo que podamos una nueva aventura conociendo nuevos lugares y enriqueciendo nuestra cultura, esa que a tanta gente hace falta hoy en día.

Nos vemos por las callejas.
La ruta





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