martes, 23 de diciembre de 2014

Capitulo 621: Ruta en la garganta de los infiernos.



Sin duda alguna que una de las rutas obligadas que cualquier senderista extremeño y en definitiva, de cualquier rincón de España que venga a visitar Extremadura debe de hacer, se encuentra a escasos dos kilómetros de la localidad extremeña de Jerte. Esta ruta se denomina ruta de los infiernos y después de haberla realizado, no comprendo el nombre dado al lugar.




Otro domingo mas decidimos aprovechar la jornada y salir a recorrer y descubrir nuestra comunidad. La ruta elegida está situada a poco mas de hora y media de nuestro pueblo en pleno Valle del Jerte.
A las siete en punto de la mañana quedábamos en la plaza de Huertas, tres compañeros y un servidor. Gente que no nos importa madrugar un domingo siempre y cuando sea para este fin.




Una vez comprado el pan, pusimos rumbo dirección parque de Monfrague, para desde allí alcanzar la localidad de Plasencia, que abre sus puertas al Valle cerezero. El hombre del tiempo no se confundió y una espesa niebla nos acompañó durante gran parte del recorrido, haciendo la conducción un poco difícil a esas horas tempranas. Menos mal que una vez superado el parque nacional, la niebla desapareció del mapa y dejó paso a un gran día.




Un poco antes de las nueve de la mañana, llegábamos hasta el lugar donde arranca dicha ruta, un par de kilómetros antes del pueblo de Jerte. Allí un trabajador del centro de información, nos daba los últimos consejos antes de encarar la ruta pensada por nosotros cuatro. Lo bueno de esta ruta es que tiene varias opciones para hacer. Ademas de ser circular la puedes hacer en varios tramos y dependiendo de con quien vayas, puedes alargar o acortar la ruta.




Nosotros teníamos pensado hacer una que conseguimos descargar que tenia unos catorce kilómetros. Así que mochilas al hombro y bien abrigados, comenzamos la ascensión hasta los famosos pilones. El terreno dejaba marcas de que la noche fría había helado el terreno y una capa blanca nos alegraba la vista desde bien temprano.
Apenas medio kilómetro andado y el ruido del agua nos avisaba de que la garganta estaba cerca. El otoño anunciaba su despedida y las hojas secas se amontonaban en las veredas que discurren bien marcadas, fruto de la cantidad de visitas que recibe la reserva natural.




La llegada a los famosos pilones es espectacular, sobre todo en esta época del año. El verano puede llegar a ser un poco agobiante el encontrarte con tanta gente. Por eso preferimos realizar estas rutas en épocas diferentes a la mayoría de los visitantes. Lo recomiendo totalmente, puesto que los pilones los tuvimos a nuestra merced durante el rato que quisimos y las cámaras fotográficas echaban humo, lógico cuando el paisaje es fotográfico en su mayoría.




La verdad que daba pena despegarse de aquel lugar, pero la ruta continuaba garganta arriba, para llegar hasta la junta de las dos gargantas donde nos tocó probar el agua tibia, al no ser capaz de encontrar un lugar fiable para cruzar. Dos de los senderistas optamos por esta formula, otro de ellos probó su agilidad saltando de un cancho a otro con poca fortuna y probó el agua en primer lugar. El otro senderista prefirió andar un poco mas y encontrar un lugar para cruzar, aunque la verdad que algo también se mojó, aunque no fueran los pies.




Así, unos con los pies relajados por el remojón y otros mojados, quisimos comernos el muerdino de pan en aquel lugar y de esa manera aprovechar los primeros rayos de sol que nos daban para secar lo mojado.
La ruta continuaba con una cuesta que nos hizo volver a entrar en calor, hasta que llegamos al puente nuevo o también llamado puente de Carlos V. Un lugar donde nos encontramos algún caballo suelto que habitaba el lugar de manera libre y salvaje.




El agua seguía corriendo por todas partes y el ruido seguía siendo ensordecedor hasta que cruzas dicho puente y la ruta se va alejando del río. El tono del paisaje cambia del color transparente del agua, al marrón de las hojas de los robles y castaños que abundan en el lugar. La nieve se la veía bastante cerca en los montes cercanos y el sol se mezclaba con el aire frío para hacer del día una estupenda pócima para disfrutar del lugar.



La ruta se hacía mucho mas cómoda al empezar a descender y andar por las hojas de castaños amontonadas te daba una sensación de ir flotando sobre ellas. El pueblo de Jerte se dejaba ver en la distancia y los pocos kilómetros restantes los hicimos relajadamente, aprovechando para fotografiar lo poco que nos quedaba de ruta, tranquilamente y con la satisfacción de haber aprovechado un domingo sensacional en un lugar mágico, alcanzamos el coche, donde volvimos a coincidir con el trabajador que nos recibió por la mañana, el cual nos preguntó que tal la ruta y también estuvimos charlando un rato sobre lo que nos había parecido el lugar. Amablemente nos despedimos y pusimos rumbo de nuevo a casa, comprobando kilómetro a kilómetro que la niebla había desaparecido de todo el camino recorrido unas horas antes.




Sin duda una de las rutas mas bonitas que llevo a mis espaldas o en mis pies. Un lugar de obligado cumplimiento el volver antes que después, aunque si me preguntan cuando, prefiero esta época para hacerlo antes que la temporada estival.






Nos vemos por las callejas a pesar de las nieblas.

La ruta.





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