viernes, 10 de febrero de 2012

Capitulo 260: Añoranzas.




Al pasar junto a él me llamó, yo no me había percatado de su existencia, le había ignorado como a tantas otras cosas que ignoro cuando voy paseando. Me gustaría percatarme de todo lo que veo, pero es imposible por mucho que uno se esfuerce.

_¿No me conoces?
_No, le contesté secamente.
_ Pues más de un día te has tumbado encima de mí.
_Pues ahora mismo no caigo.
_Llegabas, los días que tenias miedo de la oscuridad y te metías en el medio, entre tu madre y tu padre, aunque es verdad que a quien abrazabas mas fuerte era a tu madre, quizás porque tu padre te regañaba al escucharte llegar, yo, la verdad que temía cuando llegabas, no estaba yo para soportar más kilos a mis espaldas, eran muchos años ya allí plantado aguantando una noche tras otra el peso de tus padres y el tuyo también, más de una vez.

_Pues sinceramente no me acuerdo de usted, debe de hacer muchos años que no le veo, porque si no, es imposible que me olvidara tan fácilmente de su cara.

_La verdad que ya llevo unos añitos en este portillo, a pesar de soportar más de tres mudanzas, conocer cuatro dormitorios distintos y más de una furgoneta durante mis traslados, al final tus padres se cansaron de mi, decían que ya me sonaban mucho los muelles y que era insoportable el darse la vuelta encima mía, por lo visto decían que producía un ruido excesivo y a la mas mínima que tu padre consiguió reunir unos cuantos duros, me cambio por un compañero mío, que venían de no sé dónde y que sonaban menos, aunque a la larga he de decir que ninguno llegó a batir mi record de duración, encima ellos solo tuvieron un trabajo, cuando se les fracturo alguna lamina, los dieron de baja para siempre y ni siquiera fueron validos para tapar un simple portillo o hacer de puerta de alguna cerca, trabajo que nosotros, mi hijo y yo hacemos estupendamente, a pesar de la lluvia, del frio, del calor, aquí estamos, nos cambiaron la postura y poco más. Las únicas compañeras que tenemos ahora son las avispas en verano, que se quedan a vivir entre nuestros muelles, la temperatura que llegamos a coger les viene a ellas que ni pintado, así que aquí seguimos trabajando. Muchos compañeros de mi quinta, están siendo retirados de sus trabajos y llevados a un almacén de chatarra o no sé que, como pesamos tanto nos quieren bastante en todos los sitios, no sé lo que harán con ellos en esos almacenes enormes, ninguno ha vuelto a venir a su portillo o puerta, debe ser que allí se está mejor y más calentito.

Bueno hijo, cuando veas a tus padres les das recuerdo y les dices que sigo bien, que ya no me suenan los muelles apenas nada y que sigo en el mismo portillo que tu padre me coloco aquel día gris, en el que en una vaca de su Renault 6 rojo, llegue a mi nueva casa y aquí sigo, no sé el tiempo que me quedara aquí, pero que sepas que echo de menos aquellos cuerpos tumbados encima mía y aquel orinal de porcelana, que siempre me ponían debajo….

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