martes, 7 de febrero de 2023

Capítulo 1005: El viejo maestro.



El viejo maestro a pesar de llevar varios años jubilados, sigue levantándose temprano. Jamás le gustó la cama mas allá de lo preciso y una vez despierto se tiene que tirar de ella y acercarse poco a poco hasta el baño, donde después de asearse un poco acaba sentado en la mesa que tiene en la cocina.

Allí su rutina es la misma de todos los días, calentar un poco de café negro que bebe sin azúcar ni nada que le quite el sabor, a la vez que enciende el pequeño televisor que comparte sitio con un aparato de radio, quien compite con la pantalla para ver quien trabaja mas rato.

La televisión solo da noticias tristes y peleas entre políticos de varios bandos, es muy cansino escuchar todos los días lo mismo, le dice a su mujer que además de calentarse el café, prepara una tostada del pan del día anterior, la cual unta de miel de las Hurdes, que hace tiempo compró en una de las ferias del pueblo.

A esos los pagan por eso, tienen que justificar su sueldo poniendo a caldo al de enfrente, le contesta Juana. Yo prefiero escuchar la radio que por lo menos no tienes que verles la cara cuando hablan.

Luis, se levanta de la silla y apaga el televisor a la vez que enciende el aparato de radio. " Ya la tienes encendida, verás lo que tardan en hablar de la ley del si es si, de Catalunya o de la guerra de Ucrania" Todos los días el mismo testamento que nos tiene mas que aburridos.

Lejos de escuchar ninguna de las noticias que Luis comentaba, en la radio hablan de la escasez de albañiles en toda España y ese tema a nuestro viejo maestro le interesa antes que cualquier otra cosa, por lo que de un salto, dentro de lo que le dejan saltar sus setenta y cuatro años, se acerca hasta el aparato y le da mas voz.

_ Me vas a quedar sorda, le contesta rápidamente Juana, que no soporta el volumen tan alto.

_ Para un tema que me interesa y no me dejas escucharlo.

Mientras en la radio comentan que no encuentran albañiles por ningún lado y que la gente joven no quieren trabajar en ese oficio. Luis maldice por lo bajo al oír que nadie quiere trabajar en el oficio que él lo hizo durante mas de cincuenta años. Los ojos se le ponen brillantes y su cabeza comienza a recordar años pasados. Juana se da cuenta y le deja escuchar sin apenas hacer ruido, a pesar de que en su cabeza tiene pensado liarse con la comida, que hoy quiere hacer un frite de cordero para ellos dos y sus nietos, que hoy comen con ellos.

_ Tiene cojones con la cantidad de gente que he tenido conmigo trabajando y a la que he enseñado y que hoy no quiera trabajar nadie en este oficio. Susurra mientras decide levantarse y salir a dar la vuelta mañanera de todos los días, que consiste en volver a tomar café en un par de bares, y algún chupito de aguardiente en otros dos.

_ No tardes mucho que hoy vienen tus nietos a comer.

_ !Que voy a tardar!, contesta cabreado Luis mientras se pone las botas y el abrigo.

Al salir a la calle no se le quita de la cabeza el tema que ha escuchado en la radio y según va caminando recuerda los cientos de obras que ha realizado en el pueblo. Aquel tejado de allí no le gané un duro, se nos dio tan mal que a poco más y tengo que arrimar yo perras de mi bolsillo para terminarle...



Un poco más adelante se encuentra con Tía Luisa, que siempre le saluda, sin duda una de las mejores clientas que tuvo. En su casa nunca había problema de dinero y siempre estaba conforme con el trabajo realizado.

_ Buenos días Luis, ¿Dónde vas con este frío?

_ Hola Tía Luisa, voy a tomarme un café al bar para matar la mañana, que sin hacer nada se hacen demasiado largas.

_ ¿No sabes de ningún albañil que pueda venir a mi casa? tengo que hacer obra y no sé a quien llamar, desde que te jubilaste no me fio de nadie.

_ Pues no sé, ahora acabo de escuchar en la radio que no hay albañiles por ningún lado, así que te vas a ver negra para encontrar alguno. Yo de los que enseñe aquí en el pueblo, se han ido todos fuera a trabajar y no queda ninguno que te pueda mandar.

_ Déjalo, se lo diré a mis hijos que le busquen ellos.

Un par de manzanas antes de llegar al bar de siempre, Luis se topa con una obra que acaban de comenzar. No puede evitar pararse y observar el movimiento de herramientas y de obreros, solo con eso ya sabe la obra que van a acometer, demasiados años en el oficio para no saberlo. Estando allí mirando desde enfrente se topa con otro de los habituales en el bar del café, al cual le comienza a dar el discurso del maestro albañil apenado.

_ ¿Pues no has escuchado que no encuentran albañiles para trabajar? Tendrán que traer gente de fuera el que quiera hacer obra, porque estos de ahí en frente no son de aquí, ¿verdad?

_ No, yo creo que son de Cáceres le contesta Pedro, o eso dijeron ayer en el bar cuando pararon al bocadillo.

_ Otra cosa igual, quien cojones habrá inventado eso de ir a tomar café, el bocadillo se come en la obra y un cuarto de hora como mucho, que estos de hoy en día no tienen prisa para volver a trabajar.

_ Eso era en tus tiempos Luis, ahora todo a cambiado. Si les pillan con el litro de vino que vosotros os apretabais en la obra, se les cae el pelo.

_ Pero si tocábamos a un par de tragos por barba como mucho y por lo menos entrabas en calor los días de frío como el de hoy...

Pedro y Luis caminan con paso firme pero lento camino del bar, mientras siguen con la conversación de los albañiles a cuesta. La pena que lleva Luis en su alma viene dada porque jamás quiso jubilarse a pesar de que su cuerpo machacado por su trabajo, un día dijo basta, aunque su cabeza a día de hoy sigue pensando en presupuestos, nominas y obras, que tantos y tantos años atrás fue el pan nuestro de cada día.

Luis, el viejo maestro que ninguna universidad doctoró y del que tantos clientes y clientas estaban orgullosos de tenerle trabajando en sus obras.






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