jueves, 2 de julio de 2020

Capitulo 971: Lloré todo un río.


Con la cabeza agachada camina buscando la sombra que un verano extremeño te obliga hacer. No hace mucho que amaneció y no deja de mirar el reloj no vaya a ser que se le pase la hora de visitar al médico. Un día más piensa que será hoy cuando le digan que ya pasó todo. Aunque por dentro sabe que no queda mucho de aquel hombre que andaba todavía recuperándose de la muerte de su mujer y que sin saber cómo ni porqué, se vio envuelto en la última pandemia que ha sacudido y dejado temblando a todo el planeta.

Una vez más piensa en que lugar ha podido ser el contagio y sigue sin ser capaz de saber poco más de lo que su médico de cabecera le cuenta cada semana. Si no me he movido del pueblo y en mi familia gracias a Dios, nadie lo ha cogido.
Nadie sabe el suplicio que ha tenido que pasar ni la cantidad de lágrimas que ha ido derramando por el camino. Vuelve a repetir para sus adentros que este calvario no se le desea ni al peor de sus enemigos, que pensándolo fríamente, sabe que no tiene.

Dónde, cómo y cuándo, estas preguntas le taladran la cabeza justo antes de encontrarse con el primer vecino que le vuelve a preguntar como se encuentra desde la distancia. Su contestación suena poco creíble cuando le dice que bien, puesto que el vecino le conoce de toda la vida y ha visto como los kilos los iba perdiendo por el camino a la vez, que su agilidad.

No he fumado en mi vida y apenas puedo coger aire y expulsarlo sin que me entre un golpe de tos. De las comidas mejor no te cuento nada, me da igual comer arroz que garbanzos o incluso lentejas, esas que a mi me salían tan buenas. No gasto sal en las comidas, ni tampoco azúcar en el café. Añoro el sabor de las especias en el gazpacho e incluso estoy echando pepino en el, a pesar de que siempre me sentaba como un tiro cuando después de comer tocaba volver a la obra. 

El miedo a contagiar a los míos era contrarrestado por sus visitas a través de las ventanas y hubo días que para que no vieran mis lágrimas, no llegué a subir si quiera la persiana.

He acabado hablando solo por cualquier rincón de mi casa y le comentaba a mi difunta señora cada día que abría los ojos, que ojalá y ese fuera el día que me reuniera con ella, aunque sé que si he salido de esta ha sido por su ayuda desde el cielo, cuando por las noches apagaba la luz y al cerrar los ojos ella aparecía en mis sueños. ! Lucha, tú eres fuerte y haces falta a tus hijos y nietos ahí abajo, no te rindas!!! 

Y así, con la sonrisa en la boca lograba conciliar el sueño, aunque es verdad que nunca han sido mas de tres horas las que he podido dormir. La televisión me daba mas miedo del que yo tenía y cada día que decían un síntoma nuevo, yo también le cogía o por lo menos ese día, también le padecía.

Si una cosa tiene dolorosa esta puta enfermedad ademas de los síntomas, es el desprecio que te hacen tus propios vecinos al saber que estas contagiado y a pesar de que seguramente a lo largo del día no cumplan las normas de higiene, cuando me cruzaba con ellos multiplicaban la distancia por tres, para de esa manera estar tranquilos de no contagiarse ante mi presencia.

Y vuelvo a visitar a mi médico el cual está contento con mi evolución y no deja de repetirme que soy un campeón por haber superado todo esto, aunque yo lo que verdad deseo es que esto hubiera sido un mal sueño del cual me hubiera despertado buscando las mejillas de mis nietos para comérmelos a besos.

Tened mucho cuidado y no os toméis esto a broma, que el siguiente puedes ser tú o cualquiera de tus familiares o conocidos y entonces os daréis cuenta de lo solos que tendréis que pasar esos días y jamás olvidaréis las miradas de vuestros vecinos y paisanos que seguirán dando vueltas igual que yo, de dónde, cómo y porqué, me ha tenido que tocar a mi precisamente, sin salir de mi pueblo....















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