martes, 17 de diciembre de 2019

Capitulo 959: Con el pulso tembloroso.



Apurando el chato de vino decidió buscar en sus bolsillos el monedero para abonar la consumición, fue entonces cuando le escuché maldecir su mala cabeza al sacar de uno de sus bolsillos una navaja, la cual había dado por perdida hacía un par de meses.
- Tiene cojones que buscando una cosa encuentro otra, esta cabeza va desmejorando muy deprisa.
_ Eso le pasa a cualquiera, incluso a nosotros que somos mas jóvenes que usted.
- Ochenta y cuatro los próximos que cumpla, así que te puedes imaginar la de vueltas que doy al cabo del día buscando cosas.
_ Bueno, mientras las encuentres tan mal no está la cabeza.
- Llevo mas de veinte años viviendo solo, desde que enviudé y cada vez que se me extravía algo me acuerdo de mi difunta mujer, la cual seguro que encontraba lo perdido en menos de un minuto, pero ahora yo solo me pongo a buscar algo y pierdo otra cosa en el intento, o simplemente no me acuerdo lo que andaba buscando y lo dejo por imposible. !Que pena da hacerse mayor!
_ ¿Quiere usted otro vino? le invito.
- Muchas gracias hijo, pero ya me he tomado los tres vasos que me pertenecen, si me paso de ellos la cabeza me da vueltas.

Fue entonces cuando me acordé de la cantidad de mayores que tenemos a nuestro alrededor que necesitan conversaciones con quien sea y a cualquier hora y al sentirme culpable por no haber dejado el móvil en el bolsillo mientras este buen hombre me contaba todo esto, decidí en un impulso de culpabilidad, apagarle y meterle en el bolsillo, ahora si que solo iba a atender a lo que este señor me iba contando.
Yo sabía mas o menos donde vivía nuestro amigo y me atreví a preguntarle que estaba mas bien retirado de su barrio.
- Pues claro, no ves que el bar que tengo enfrente de casa hoy ha cerrado y la verdad es que no se porqué, puesto que no es el día en el que normalmente cierran, por lo que me he tenido que desplazar hasta aquí si quería beberme los chatos.

Su manera de abrir el monedero con pulso tembloroso me hace pensar que a lo mejor pueden caer las monedas al suelo, pero lejos de la realidad nuestro gran hombre decide ponerlo encima de la barra del bar y allí llama al camarero para que sea el mismo quien coja las monedas que le adeuda y encima siempre tiene la costumbre de dejar propina, por lo que le dice a este en tono jocoso que coja lo que cree que se ha merecido hoy por el trato dispensado. Este le comenta en tono bromista también que con los aperitivos que le ha puesto se merece por lo menos diez céntimos, lo dejamos en veinte céntimos y todos contentos. Se le ve contento a nuestro amigo allí en medio de una conversación larga, seguramente a mas larga que tenga con algún ser humano en todo el día.

Yo apuro mi café y por no dejarle allí plantado pido un vaso de agua para seguir conversando un rato.
_ Entonces tienes el coche por aquí cerca o ¿te vas andando?
- Ya no tengo coche, me han quitado el carnet de conducir.
_ ¿Y eso? ¿Te ha pasado algo?
- No, la última vez que fui a reconocimiento no pasé una de las pruebas y eso que gracias a Dios la vista la tengo como un lince, pero hay pruebas que las ponen tan difícil que es imposible pasarlas. Yo creo que iban a por mi y te cuento porque. Estos tiempos atrás me adelantó una mujer en zona prohibida pero como todo el mundo tiene prisas para ir a cualquier lado al verme que yo voy a buen paso decidió adelantarme y vino otro de frente y por no darse con él me echó a mi de la carretera. Se bajó como una loca diciéndome de todo, que no se como me dejaban seguir conduciendo, que estoy viejo, que voy a paso de tortuga y cuarenta cosas más que no me apetece recordar.

Sus ojos se pusieron brillantes y me di cuenta que se estaba emocionando al recordar lo mal que se portó aquella mujer con él. Yo no quise saber quien fue y me limité a seguir escuchando sin intención de hurgar en la herida y solamente seguir prestando mi ido para que nuestro amigo siguiera contándome la peripecia.

- Mi coche no se hizo nada pero el suyo sí y decidió llamar a los guardias para que vinieran hacer el atestado, como si eso la exculpara de lo que había hecho. Ratificaron su culpa pero esta mujer se empeñó en que yo no podía seguir conduciendo así que ha seguido insistiendo en que mi carnet debía de caducar antes de tiempo y desde la jefatura e llamaron para que fuera a renovarle y ahí ha sido donde me le han quitado al negarme que podía pasar todas las pruebas.
_ Pues que putada, si tú solo quieres el coche para conducir por el pueblo y de vez en cuando a los arrabales a ver a la familia, no entiendo como puede haber gente tan mala.
- Da igual, yo no me quiero cabrear más pero cada vez que me cruzo con esta señora rezo en voz baja...

_Bueno pues si quieres que te acerque a casa me da igual tirar por donde vives.
-No tranquilo, prefiero andar que me viene bien, aunque tengo esta pierna que estos días de mareas me duele bastante. Ahora cojo por ahí pa allá y llego lo justo para acostarme antes de que haga mas frío.
_ ¿Ya te vas a acostar?
- Y que hago despierto, si la tele me aburre, la radio me entretiene poco y no tengo nadie con quien hablar. Pues llego y si tengo hambre me como un caldo que hago yo muy rico, tanto que un nieto que tengo viene muchos días a comer conmigo y luego se lleva caldo para varios días más; y si no tengo hambre que es lo que me pasa casi todas las noches, pues abro la cama me quito las botas y me tapo hasta la cabeza, no me quito ni la ropa...
_ ¿ No usas pijama?
- Quita, quita, cualquiera anda cambiándose de ropa con esta temperatura, no hace frío en mi casa ni nada!!!
_ Esta navidad cenas con tus hijos me supongo.
- Eso dicen aunque yo no quiero, me da pereza que tengan que venir a por mi y luego volver a traerme después de cenar, si por mi fuera me quedaba en casa puesto que lo único que hago es estorbar en todos sitios. Aunque dice mi nieto que si yo no voy, no se cena...Así que tendré que ir.

Apuro el vaso de agua y le vuelvo a insistir para llevarle a casa pero él, recoge el monedero en el bolsillo, la navaja recién descubierta en el otro, se despide de forma bromista del camarero al que cita de nuevo para verse mañana y este le desea buenas noches y que tenga cuidado, que en la ciudad últimamente las luces brillan por su ausencia en muchas calles, de las que él tiene que recorrer para ir a su casa.
Yo también me despido dándole la mano y diciéndole que tenga cuidado y se cuide mucho, que el invierno es duro para todos. No te preocupes hijo, llevo ochenta y tres inviernos en las costillas y aquí me tienes, fueron muchas horas trabajando con las máquinas en esos campos de toda Extremadura y parte de España, ya no me arrugo ante nada.

Salgo del bar y monto en mi coche, mientras conduzco hasta mi casa voy recordando la conversación discurrida entre los dos y me culpo de no hacerlo más veces con gente mayor que necesita estos ratos y que sin duda son mas fructíferas que estar mirando el puto móvil todo el rato. Por cierto, he olvidado que tenía el teléfono apagado en el bolsillo y no me ha pasado nada...










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