viernes, 1 de noviembre de 2019

Capitulo 957: Selva Irati- Pamplona.



En otra de nuestras locuras en las que cada vez somos más, nos plantamos a mas de setecientos kilómetros de nuestras casas y casi pisamos suelo francés en nuestro afán por seguir conociendo nuestro país, el cual es rico en paisajes y gentes por donde quiera que nos movemos y eso solo lo pueden decir las personas que viajan y se empeñan en conocer otras costumbres y otras formas de vivir.




En mi caso era la primera vez que visitaba la Comunidad Foral de Navarra, la cual como en casi toda la Península, la sequía ha sacudido de lo lindo y lo que tenía que estar poblado del color verde, había sitios donde seguía predominando el color amarillo.
Con tantas horas de autobús por delante no queda otra que intentar hacer buenas migas con los que llevas al lado, puesto que de esa forma el viaje suele ser mucho más ameno que si te retraes y te dedicas a dormir y dejar pasar el rato hasta el destino final. Los habituales en estos viajes siempre decimos que la aventura comienza cuando llegamos a la "rotondina chica" a esperar el bús.




Con la primera parada en el cuerpo, unos bajan a estirar y otros, los mas afortunados, duermen tan profundo que pasan de bajarse ( que envidia). Vamos comentando rutas anteriores, anécdotas y lugares donde volvemos a parar y volvemos a encontrarnos con camareros "simpáticos" (por los cojones) que nos recuerdan que por mucho tiempo que pase la gente no cambia.




Sobre las cinco de la madrugada es la hora donde mas gente logra pegar alguna cabezada y el bus parece que va vacío si no fuera por algún que otro ronquido que se oye por delante y por detrás.
Por las ventanas solo se ven las luces de los coches y las de los pueblos que vamos cruzando a izquierda y derecha, nada logra entretenerme y si no fuera por el móvil, pienso que ese rato sería insufrible. ¿Cómo lo soportábamos antes cuando no existían los móviles?....




La última parada para el desayuno es mas amena, casi todo el bus va despierto y hay ganas de llegar al destino, las horas de sillón van pasando factura aunque siempre se impone el buen ambiente y el saber que tenemos por delante otra magnifica ocasión de conocer lugares.



Tenemos que parar en Ochagavía a recoger a nuestra guía que desde allí hasta la selva de Irati, va explicándonos todo lo que vamos viendo y lo que nos queda por ver. Sin duda son los mejores momentos y mas divertidos, escuchando las ocurrencias de unos y otros descontamos los últimos kilómetros.

Al llegar podemos comprobar que aquello está a rebosar de gente, el lugar le han vendido de una forma espectacular y ya han tenido que poner limite de autobuses y de visitantes.
La ruta que tenemos prevista hacer es de unos ocho kilómetros y muy llana, por lo que podemos aprovechar para hacer fotografías al bosque que no está en pleno otoño aún, pero que nos muestras unos parajes preciosos.




Cuando llegamos a la mitad de la ruta toca comernos el muerdino, aunque es un poco mas tarde de lo habitual siempre hay ganas de este momento. El lugar es un pantano el cual luce con poca agua y nos explica la guía que han construido otro unos kilómetros mas abajo y tuvo problemas de grietas por lo que tuvieron que vaciarle y este otro le usan para rellenar el nuevo.


De vuelta al bus nos da tiempo a tomarnos una cerveza bien merecida antes de que lleguen todos y pongamos rumbo a Pamplona.

Esta ciudad es de sobra conocida por sus fiestas de San Fermín y todo rueda alrededor de ellos. Pero cuando vas fuera de esas fechas te das cuenta que la ciudad tiene una vida y un ambiente espectacular, con gente por todas sus calles del casco viejo y cientos de turistas que, como nosotros, aprovechan para hacer andando el recorrido as famoso que hay en cuanto a encierros en todo el mundo. Y vamos comentando que nos parecen en televisión las calles mas anchas, las aceras menos altas y la cuesta de Santo Domingo menos cuesta que cuando lo ves en vivo. No podemos dejar pasar la oportunidad de cantar a San Fermín su famoso cántico de antes de cada encierro y los lugareños se ríen al ver a ocho o nueve extremeños con su acento, cantar a viva voz el " A San Fermin pedimos por ser nuestro patrón.."


El hotel está bien conectado con el centro y aprendemos pronto que autobuses hay que pillar para movernos por aquí y por allá. Aunque es cierto que la gente de por allí prefiere salir de pinchos y vinos antes que trasnochar, puesto que a cierta hora la calle Estafeta, antes a tope, se vacía de forma rápida cuando dan poco mas que las once de la noche.



El domingo a hora de regreso está puesta a las tres de la tarde, que como siempre nos pasa, se nos queda corto para poder visitar todo lo que queremos. La catedral de Pamplona es preciosa y uno no se espera ver desde fuera lo que te encuentras en su interior. Será que soy albañil pero estas construcciones siempre me quedan flipado y soy capaz de sentarme en un banco y tirarme allí un par de horas mirando de un lado a otro y pensando como serían capaz de trabajar sin la mitad de herramientas que existen hoy día.



La iglesia donde reside San Fermín también tiene un precioso retablo y el suelo es completamente de madera, donde debajo se enterraban antiguamente a la gente. Impresiona ir pisando el suelo y escuchar crujir la madera...


Nos queda entre pincho y pincho regados con buenas cervezas, comer algo mas consistente y te quedas alucinado cuando en una ciudad como Pamplona logras comer un domingo por menos dinero que en nuestro Trujillo, que luego nos quejamos de precios cuando salimos fuera y no nos damos cuenta lo que abusan los de casa....

Y corriendo de forma literal tenemos que buscar el bus que nos acerque al hotel donde somos casi los últimos en llegar a montarnos en el autobús que conducido por Damian y el bueno de Eduardo, (que ha disfrutado mas que nosotros junto a su familia que habita por aquellas tierras) ponen rumbo de nuevo hasta nuestra tierra.

El regreso toca ir comentando los momentos vividos y es impresionante lo que cada persona es capaz de vivir en tan poco espacio de tiempo, cuando se quiere y no te queda otra. la vida es aprovechada hasta el ultimo segundo.

Una parada para estirar e ir al baño y de nuevo toca otro rato de sillón, alguna película que la verdad no entretienen a casi nadie pero que nos hace reírnos de las ocurrencias de unos y otros.

Toca parada para cenar y seguir comentando lo vivido, junto a Paqui vamos comentando la siguiente ruta planeada y decidimos que tiene que ser por tierras portuguesas que tanto nos gusta seguir descubriendo. Por Coimbra allá por marzo nos espera una ruta espectacular y que seguro que sabemos sacarla el partido que sacamos a todas nuestras excursiones, que a pesar de la distancia no nos preocupa en absoluto.

Cerca de la una de la madrugada llegamos de vuelta a casa y aunque uno llega igual que si le hubieran dado una paliza, a los dos días nade se acuerda de eso y solo te queda en la retina, fotos y momentos vividos al lado de gente de puta madre que uno se iría con ellos al fin del mundo si hiciera falta.

Gracias Paqui por poner ese empeño en que todo salga bien.

Nos vemos por las callejas.

P.D: Este viaje nos has acompañado en todo momento, en cada carcajada, en cada fotografía.... se te echa de menos amigo Javi...













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